2 de febrero de 2015

LOS SIGNOS EN LA COMUNICACIÓN


Tres sucesos marcan el inicio del 2015 en materia de comunicación: el secuestro  del periodista Moisés Sánchez en el municipio de Medellín de Bravo, Ver; la muerte del fundador del semanario Proceso, Julio Scherer García; y el inicio de los festejos por los 50 años de Radio Teocelo.

Apenas comenzaba el año nuevo, el 2 de enero pasado,  cuando se empezó a divulgar la información de que un comando armado había levantado, secuestrado pues, a quien venía resultando incómodo al alcalde panista  de Medellín de Bravo, Omar Cruz, quien habría enviado al comunicador el mensaje de que, si seguía publicando cosas, “le iban a meter un susto”.

Han pasado dos semanas. Reporteros, fotógrafos, agrupaciones de periodistas y Derechos Humanos han emprendido su búsqueda, realizando plantones y haciendo pronunciamientos públicos, para exigir al gobernador Javier Duarte que se investigue y se encuentre con vida a este  colega de la zona metropolitana del Puerto de Veracruz.

Hasta el momento no se sabe nada de su paradero, si acaso que la Procuraduría General de Justicia arraigó a 13 policías municipales de Medellín y acaba de llamar a declarar al propio presidente municipal, para deslindar responsabilidades y descartar que se trate de un crimen o delincuencia organizada.

Como en otras ocasiones, la torpeza política y  los efectos de su alcoholismo, llevaron  al gobernador del estado a tratar de descalificar la labor informativa de Moisés Sánchez, al declarar que él no era periodista sino taxista y líder de colonos…

Como se ve, Veracruz sigue siendo el estado más peligroso para ejercer el periodismo, sobre todo para quienes con decisión y congruencia  se resisten a agachar  la cabeza ante el poder y a recibir  dinero público a cambio del  halago  a funcionarios y políticos.

Esas condiciones para desempeñar el oficio periodístico se han vuelto más complejas y peligrosas, ahora que los servidores públicos de los tres niveles de gobierno y de  los tres principales partidos  se están asociando al crimen organizado, por lo que los riesgos son mayores y a la sociedad tampoco le preocupa lo que le está pasando a sus mejores periodistas, como ocurrió con el caso de Regina Martínez Pérez, en abril de 2012.

En el plano nacional, otras ausencias muy sentidas  dejarán auténticos nichos  en las letras y el periodismo contemporáneo, la muerte del periodista Julio Scherer García y del escritor Vicente Leñero, pilares del semanario más influyente en la opinión pública mexicana, la revista Proceso, fundada en 1976.

Aunque el semanario es producto del trabajo de todo un colectivo de trabajadores, administrativos, técnicos, reporteros y corresponsales, los 39 años de Proceso no hubieran sido posibles sin la visión y la pasión de Scherer.

Bajo el concepto de un “periodismo sin concesiones”, Proceso se ganó el aplauso y el respaldo de sus lectores en sus 39 años de existencia, pero también el menosprecio, la descalificación, la intolerancia  y el hostigamiento  tanto del  poder, como de otras mafias de intelectuales y dueños y directores de medios de comunicación cercanos al gobierno.

La frase más elocuente de Julio Scherer y la portada que más escandalizó a propios y extraños, no fue cuando entrevistó al subcomandante Marcos, sino bajo el brazo del narcotraficante Ismael El Mayo Zambada, razonando  que “Si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos”.

 Pocos medios como Proceso, impresos y electrónicos; y pocos periodistas como Scherer y su equipo de colaboradores, han aportado tanto a la construcción de una Nación libre, democrática y justa, además de sostenerse contra viento y marea, sorteando crisis económicas, conflictos internos y externos y amenazas  o descalificaciones desde el poder. Su escuela deja un legado, como huella indeleble, para el ejercicio responsable y comprometido de las nuevas generaciones de  periodistas.

No menos meritoria ha sido la constancia y la persistencia con la que ya tres generaciones de modestos comunicadores y comunicadoras, han sostenido –también contracorriente-, la operación de la difusora de Teocelo durante el último medio siglo, de 1965 al 2015.

Este año Radio Teocelo será el espacio público permanente para hablar de los logros, tropiezos y  nuevos desafíos que nos impone la Reforma de Telecomunicaciones y Radiodifusión, puesta en vigor recientemente por el ejecutivo federal.

Pensada para servir como un medio local y de baja potencia en sus inicios por sus primeros operadores, la emisora fue evolucionando hacia un proyecto con mayor presencia e incidencia en la zona centro de Veracruz, hasta alcanzar su plena madurez y llegar a sus primeros 50 años de vida radiofónica.

Habrá tiempo suficiente durante el 2015, para dialogar con sus principales destinatarios o beneficiarios, los oyentes, los planes de ajuste, rediseño y relevo generacional que se antojan, para relanzar nuestra señal y oferta de contenidos en el futuro inmediato.

Por ahora baste decir que, en cinco décadas, se han logrado cristalizar los sueños  de un grupo de “chiflados” –como los describe don Antonio Homero Jiménez García-, cuya visión permitió abrir una brecha muy singular en la radiodifusión mexicana, al conseguir el primer permiso en México para operar una estación no pública ni privada, sino reservada a un grupo civil.

Lo segundo es que, a ese mérito de los pioneros de la radio cultural en Teocelo, se le asoció  durante  estos 50 años, la presencia, el talento, la creatividad, el entusiasmo y la generosidad  de varios cientos de personas voluntarias, de todos los municipios de la zona sur de Xalapa, que sin recibir un sueldo a cambio, han permanecido en nuestras cabinas  transmitiendo miles de horas  de programas, atendiendo a los gustos e intereses de una audiencia cautiva.

 Y el tercer gran aporte, de otros muchos que ya son parte de esta historia común, es que: preocupados por las carencias y necesidades de la radio y con el fin de que nunca vaya a perder su lugar en el espacio radioeléctrico, desde hace algunos años son los propios oyentes quienes vienen haciendo aportaciones o donativos para cubrir los  gastos de operación, sabiendo que la XEYT no se sostiene con dinero de comerciales o subsidios gubernamentales. Y más ahora, que las nuevas disposiciones del gobierno federal en la materia, nos obligarán a invertir elevadísimas sumas de dinero para migrar de la tecnología analógica a la digital.

Desde luego, se agregan a esta nueva etapa, en la que se buscará  dar  permanencia y viabilidad de este proyecto de comunicación, los nuevos rostros y nuevos estilos de quienes ya son parte de nuestro propio relevo generacional, las y los jóvenes comunicadores  de Teocelo y la región, para que eso sea posible. Felicidades.

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