ANIMALES DOMÉSTICOS

En casi todas las casas de mi pueblo sus dueños poseían gallinas, cerdos, gatos, perros, burros y caballos.

A las gallinas cluecas les formaban nidos con zacate seco en un rincón de la casa, o en la caballeriza, debajo del pesebre. Se colocaban en el nido once, doce o trece huevos de los más grandes para que las crías salieran grandes como los padres del huevo. Debajo del nido se colocaban ramas de saúco o rajas de ocote, por creer que con eso los huevos quedaban protegidos contra ciertos males. A los doce días de estar en el nido, los huevos eran revisados de uno en uno frente a un rayo de luz, para saber si se encontraban en buenas condiciones, desechando los que estuvieran mal. A los huevos podridos les llamamos “huevos güeros”.

En ocasiones las gallinas desaparecen de la casa durante varios días, y si tienen la suerte de no haber sido presa de animales carnívoros, vuelven con los hijos empollados en el campo. Esto sucede generalmente en los ranchos.

Si la gallina se encuentra con sus pollos fuera de la casa y advierte la presencia de un gavilán, da voces de alerta y los pollos más cercanos corren a refugiarse debajo de ella; los que no, se agazapan y permanecen inmóviles hasta que pasa el peligro. Algunas veces el gavilán logra llevarse un pollo.

Entre otras curiosidades, está la de que algunos cerdos tengan prominencias de la piel en cada lado y debajo de la mandíbula inferior; lo mismo sucede con algunas cabras. En esos casos solíamos decir; “ese cochino tiene aretes”, o “esa chiva tiene aretes”.

Les llamábamos “japoneses” a los gallos o gallinas que no tenían plumas en el pescuezo, si tenían sus piernas cortas les decíamos “zambos”; si les nacían plumas hasta cerca de los dedos les llamábamos “chivarrudos”.

A los guajolotes les nace una escobetilla filamentosa debajo de la pechuga cuando llegaban a adultos.
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TOMADO DEL LIBRO “MIS RECUERDOS”, ESCRITO POR EL PROFR. RAFAEL MARTÍNEZ MORALES DE IXHUACÁN DE LOS REYES, SE REPRODUCE A CONTINUACIÓN LA PÁG. 78