18 de enero de 2011

EDITORIAL

LOS CIUDADANOS DEBEMOS MANDAR… O

Tres son los errores que no deben cometer los nuevos alcaldes de la zona: creer que serán eternos en el cargo, que son dueños del dinero público y que nosotros los ciudadanos no podremos criticarlos y pedirles cuentas.

Se puede decir que de una administración a otra no hay transferencia de conocimientos, no se socializan las experiencias entre los ediles que salen y los que van comenzar su periodo de gobierno; los primeros terminan enfermos y devastados por errores propios, excesos y una pésima imagen entre la ciudadanía y los segundos creen que la virgen los iluminará y que al final hasta serán levantados en hombros.

Durante sus campañas, los candidatos que ganaron la contiendan saben que fue muy fácil ganarse el voto de la mayoría, ante el hartazgo que provocó en los electores, el despilfarro, las vaciladas, la simulación, la corrupción y la impunidad de servidores públicos sin perfil ni experiencia en el campo de la administración pública municipal.

Algunos cayeron incluso en la tentación de prometer sin límite y hasta lanzando consignas incendiarias contra sus opositores, creyendo que eso los convertirá en automático en gobernantes de excelencia.

Pero estamos aún muy lejos de que, ahora sí, se nos cumpla a los ciudadanos y que los nuevos ayuntamientos nos dejen satisfechos, ya no en obras magnas o el abatimiento de la pobreza o los grandes rezagos sociales, sino al menos en una conducta y un desempeño más decorosos, traducidos en menos corrupción, más austeridad republicana y la asignación de recursos a prioridades y necesidades básicas de la gente.

Alcaldes van y alcaldes vienen, por cierto de todos los colores o partidos, pero los resultados son siempre los mismos, cada tres años : roba el rojo, el azul y el amarillo; se transforman por igual y pierden el piso mansos abanderados del PRI, PAN o PRD, que ya instalados en la silla presidencial y sintiéndose patrones de los empleados o dueños del presupuesto, olvidan que los verdaderos dueños del dinero público, sus patrones, los que debemos mandar, somos las y los ciudadanos.

Tan sólo en el trienio que termina vimos de todo, por la falta de una ciudadanía crítica y fiscalizadora : alcaldes glotones que se le fueron encima al presupuesto para pagar carísimas comilonas y paseos, dentro y fuera de la entidad; presidentes municipales cuya mediocridad sólo justifica que “robaran poquito”, pero que igual de gris fue su paso por la alcaldía; hubo también el caso del edil que, considerando que la presidencia municipal podía administrarlo como uno más de sus changarros particulares, dejó a la esposa hacer y deshacer, presumiendo que tendría dotes para sucederlo en el cargo; o aquel alcalde que se hinchó pero de dinero público, junto con sus demás ediles igual de rateros. Por decir lo menos…

Hace falta entonces, que existan límites y contrapesos en los nuevos gobiernos municipales, para que no nos pase lo de siempre y que la frustración y el hartazgo colectivo acaben alejándonos más de nuestra tarea fundamental de ciudadanos, que es la de cuidarles las manos a todo servidor público municipal, exigiéndoles la mayor eficiencia y eficiencia posibles y sin olvidar que nosotros mandamos y por lo tanto deberán tomarnos en cuenta a la hora de decidir presupuestos, contratación de personal, licitaciones, costo de obras, proveedores, sueldos y todo aquello que sea del interés público.

Aunque en Veracruz aún no está legislado, debemos comenzar a invocar la figura jurídica de la revocación del mandato, que nos permitiría a los ciudadanos, decirle a cada alcalde y demás ediles : si no cumples tus promesas y además eres ineficiente y nos estás robando, entonces cobras y te vas, aunque no hayan terminado los tres años de su mandato.

Otra manera de ir acotando el poder unipersonal y la discrecionalidad con que manejan los recursos públicos los funcionarios municipales, será la de exigir que las sesiones de Cabildo Abierto, sean realmente abiertas, públicas pues, con acceso a voz y voto de los ciudadanos, para que ya no se encierren en los palacios municipales y tomen decisiones indebidas o equivocadas; más transparencia y rendición de cuentas, señores.

En el corto o mediano plazo, si aún creemos que las elecciones pueden ser sinónimo de gobernabilidad, deben instaurarse las candidaturas ciudadanas, aquellas que no obliguen a hombres y mujeres limpios en su trayectoria y honestos a toda prueba, a mancharse con banderas de partidos, para que puedan ser postulados a los cargos de ayuntamientos, al margen de siglas y colores en los que ya nadie cree.

Claro que estos serán procesos de mediano o largo plazo, dependiendo de que la sociedad veracruzana los asuma como parte de una agenda legislativa que hay que “subirle” a los diputados locales, pero al menos la agenda ciudadana municipal ya debe apuntar hacia esa nuevas formas de interlocución entre alcaldes y ciudadanía, pues si se quieren remediar muchos de los males de la sociedad mexicana actual, por donde hay que empezar es por lo municipal. O sea por lo que nos es más cercano, más cotidiano.

No hay mucho tiempo. Los tres niveles de gobierno ya quedaron rebasados por la ineficiencia y la corrupción de siempre. Si no se le abre paso al poder ciudadano, al margen de los partidos, a los problemas de inseguridad, narcotráfico, desempleo, pobreza extrema, migración, simulación e impunidad, habrá que sumarle pronto el de la ingobernabilidad, manifestada en tomas de palacios municipales, bloqueo de carreteras, linchamiento de ladrones y corruptos y lo que sería peor para todos, la llamada narcoinsurgencia, antesala del Golpe de Estado o la intervención de Estados Unidos.

Crear ese poder ciudadano, no será fácil ni ocurrirá de la noche a la mañana, pero más vale que sea rápido, por lo que se requerirá de hombres y mujeres valientes, que dejen a un lado el miedo o la pena de hacerse escuchar y que se unan a otras y otros para empezar ya, ahora que los nuevos gobiernos municipales ya entendieron que ni serán eternos, que el dinero público no es suyo y que solos, sin los ciudadanos, no podrán gobernar(nos).

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