Por: Beatriz Mora
Lamentablemente doña Tomasíta murió hace algunos meses. Sin embargo, podemos rescatar su testimonio a través de esta sección. Hace algunos años nos comentaba lo siguiente:
“Tengo 65 años, mi familia son mis hermanos Sergio, Pedro, Eduardo y Yolanda Hernández Cantero; mis hijos y mis nietos.
El molino lo trabajo desde 1959, desde hace 45 años, lo que mucha gente no sabe es que no es mío, su dueña es de Xalapa. Empecé porque mi papá fue de los pioneros, estuvo trabajando con la cooperativa de molineros y la encargada quería que alguno de la familia lo trabajara, como ninguno de mis hermanos quiso empecé yo a los 18 años. Al principio fue por necesidad pero con el paso de los años me llegó a gustar.
En un día normal me levanto a los 4 de la mañana y el trabajo fuerte es hasta las 10am, aunque todo el día esta abierto el molino. A pesar de la competencia, siempre se vende la masa o traen su nistamal porque no les sirve la tortilla de máquina para el bastimento. La diferencia es que en las tortillerías la minsa que venden es maíz crudo que ya viene molido.
Las herramientas de trabajo son el motor, las piedras, el tinaco y la báscula. Para hacer la masa me traen cada semana bultos de maíz; hay que cernirlo, lavarlo y ponerlo a hervir con cal, después se enfría, lo lavo y se le va echando de a poquito para que no se apelmace ni salga dura la masa, para esto constantemente se le tiene que estar echando agua. No cualquiera podría hacerlo, a mí me enseñó mi papá para que no salga la masa martajada. Es un proceso diferente moler el nixtamal crudo, el cocido o el que viene muy caliente,
En un día lo menos que se venden son de 40 a 50 kilos. El kilo cuesta 6 pesos y para las personas que traen el nixtamal se les cobra 50 centavos. Las señoras son las personas que más me compran, ya tengo a mis clientas, con varias he hecho amistad. La mayoría son de por el barrio, pero también vienen de otras calles. Vienen a comprar de San Marcos, Monte Blanco, Santa Rosa y otros lugares.
Hay que entregar cuentas a la patrona cada quincena. La dueña era una señora llamada Maclovia, murió a los 100 años, un tiempo también trabajó en los molinos. Ahora el negocio se le quedó a su hija Ofelia Velandia, la cual vive en Xalapa.
Es un trabajo en el que hay que estar muy pendiente porque si no, la máquina me puede agarrar la mano. Aunque algunas personas se acomiden y me ayudan, generalmente yo hago todo el trabajo.
Algo curioso en el oficio es que los pichoncitos entran a comerse la masa que esta tirada, cuando la gente entra les revolotean, pero los tengo que espantar porque se van a la Capilla de la Santa Cruz y ahí hacen sus nidos, y como hacen sus necesidades manchan las paredes.
A lo largo de estos años de trabajo he atendido a familias por generaciones: a las abuelas, hijas y nietas. Ahora es común que sean los esposos o hijos los que vienen por la masa mientras la señora prepara el bastimento.
A lo largo de estos años de trabajo he atendido a familias por generaciones: a las abuelas, hijas y nietas. Ahora es común que sean los esposos o hijos los que vienen por la masa mientras la señora prepara el bastimento.
Además de preparar la masa, cuando se me descompone una de las herramientas de trabajo yo misma los reparo”.
Este tradicional molino estuvo más de cuatro décadas en la calle independencia poniente No. 69, frente a la Capilla de la Santa Cruz y fue atendido hasta hace algunos meses por doña Tomasita Hernández Cantero, a la cual reconocemos por haber sido uno de nuestros personajes populares.
(1 de marzo de 2008)
(1 de marzo de 2008)
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