
Por: Miguel Mora
En 1910 Francisco I. Madero llamó al pueblo a derrocar la dictadura porfirista, caracterizada por la desigualdad, la marginación, la falta de libertades y la represión.
La revolución mexicana, que buscaba mejorar las condiciones de vida de los más desposeídos, tuvo logros que no se pueden negar, pero la corrupción e impunidad de gobiernos posteriores desviaron sus ideales, privilegiando sólo los intereses de unos cuantos y afectando a las mayorías.
En la actualidad, casi cien años después de haberse incitado el movimiento armado, padecemos severas crisis y la brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande.
Por un lado, tenemos al hombre más rico del mundo, Carlos Slim, y por otro más de la mitad de la población que apenas subsiste y carece de lo más elemental.
El modelo económico neoliberal impuesto por Estados Unidos y adoptado por los sucesivos gobiernos de la república, debe cambiarse por otro más justo, en el que sea mejor distribuida la riqueza que posee nuestro país.
El desempleo, la marginación, la pérdida del poder adquisitivo, los bajos salarios, los servicios deficientes de salud y educación, han provocado gran descontento entre las clases más necesitadas.
Si a esto agregamos: desastres naturales y tragedias por errores humanos que han afectado a miles (Coahuila, Campeche, Tabasco, Chiapas y Veracruz, entre otras entidades), además de los actos represivos en San Salvador Atenco, Oaxaca y otros, el resultado es la impotencia generalizada de la población y una creciente irritación que podría salirse de control.
Y por si esto fuera poco, pronto entrará en vigor el “Plan México”, mediante el cual México y Estados Unidos pretenden combatir de manera coordinada narcotráfico y terrorismo, afectando impunemente la soberanía nacional mediante la actuación de militares y asesores norteamericanos.
Además, se vienen repitiendo operativos policíacos y militares en los que se afecta a ciudadanos inocentes.
Ante este panorama, caótico, vemos que es necesaria la organización ciudadana.
Hay experiencias exitosas que pueden orientar, inspirar y animar a grupos de la zona a unirse como productores agrícolas, obreros, estudiantes, artesanos, y en general de hombres y mujeres deseosos de lograr condiciones de vida más dignas para las mayorías.
Grupos organizados y medios de comunicación democráticos y plurales, podemos unir esfuerzos e ir obteniendo resultados positivos.
Quienes gozan de enormes privilegios, quienes tienen poder político y económico intentarán apagar cualquier intento democratizador, recurriendo a la dádiva, al chantaje, a la represión o al fraude.
Pero nada de esto funcionaría ante una ciudadanía organizada y fuerte.
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