Por: Enrique Piedra
Por más de nueve mil años los pueblos originarios de mesoamérica, han cultivado la tierra desarrollando de manera generacional un conocimiento sobre la biodiversidad de sus ecosistemas y semillas. Hoy debido a los intereses económicos de las empresas trasnacionales se encuentra amenazado.
Las 56 razas de maíz y cientos de variedades criollas que existen de esta semilla, están en la mira de la agroindustria internacional, quienes a como de lugar, pretenden apoderarse de este conocimiento que forma parte del patrimonio cultural y alimentario de nuestro país y de toda América Latina
En ese sentido no han sido pocas las organizaciones sociales, campesinas, los grupos de productores, especialistas, intelectuales y gentes de la sociedad civil, que se han pronunciado en contra de estas iniciativas, que con la anuencia del gobierno mexicano, por no decir colaboracionismo, se han venido desarrollando en el país por lo menos en los últimos 20 años.
Esto ha hecho que la industria trasnacional se haya embarcado en una loca carrera por el control de la alimentación y las patentes genéticas, no sólo en el cultivo del maíz sino también en otros productos del campo como: chile, calabaza, papaya, tomate, alfalfa, arroz, canola, melón, papa, piña, plátano, soya, tabaco, trigo, algodón y nopal. Empresas como: Monsanto, Novartis, Dupont, Aventis, Astra Zeneca y Singenta dominan el mercado mundial de semillas y plaguicidas generando dependencia entre los productores, quienes se ven forzados a consumir los fertilizantes y las semillas que estas empresas producen.
Es bien sabido que desde 1995 se está importando jitomate, papa, soya y canola transgénicos, también se importa maíz amarillo transgénico US2 clasificado como forraje y el cual se encuentra frecuentemente contaminado con aflatoxinas cancerìgenas. Por su parte el maíz Bt fabricado por Novartis contiene una toxina llamada bacillus thurigensis que mata a los insectos que comen maíz, el problema es que esta sustancia también afecta a la fauna benéfica (parasitoides y depredadores) del maíz, rompiendo el control biológico natural. Algunos científicos de la Universidad de Cornell descubrieron que el polen del maíz Bt mata o atrofia a las larvas de la mariposa Monarca.
Otro peligro que presentan las semillas transgénicas es lo que se conoce como el “gen Terminator” que está insertado en las semillas para impedir su reproducción después de la primera cosecha, lo que genera que se tenga que volver a comprar la semilla (ahí esta el negocio). Pero lo que resulta aún más alarmante es el hecho de que este “gen suicida” se pueda transmitir a diversas especies vegetales y propiciar su progresiva extinción.
Si bien aún no está comprobado el daño ambiental y a la salud que produce el consumo de estos productos, tampoco es correcto, éticamente hablando, que las empresas trasnacionales coludidas con los gobiernos y las instituciones bancarias internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional), estén importando y promoviendo el uso de estas semillas únicamente por intereses económicos y de dominación de la producción de alimentos en el mundo.
Cada día que pasa nuestros campos están siendo envenenados mientras nuestros campesinos son cada vez más pobres. Pese a esta triste verdad, el gobierno Calderonista se aferra al sueño neoliberal intentando vender el cuento de que en México tenemos un campo ganador, y altamente competitivo en el mercado internacional. La realidad es que el abandono, la explotación y la miseria en que se encuentra el agro nacional es evidente, como también lo es la lucha y defensa que millones de mexicanos han emprendido para salvar y reconstruir el campo mexicano.
(1 de marzo de 2008)
Las 56 razas de maíz y cientos de variedades criollas que existen de esta semilla, están en la mira de la agroindustria internacional, quienes a como de lugar, pretenden apoderarse de este conocimiento que forma parte del patrimonio cultural y alimentario de nuestro país y de toda América Latina
En ese sentido no han sido pocas las organizaciones sociales, campesinas, los grupos de productores, especialistas, intelectuales y gentes de la sociedad civil, que se han pronunciado en contra de estas iniciativas, que con la anuencia del gobierno mexicano, por no decir colaboracionismo, se han venido desarrollando en el país por lo menos en los últimos 20 años.
Esto ha hecho que la industria trasnacional se haya embarcado en una loca carrera por el control de la alimentación y las patentes genéticas, no sólo en el cultivo del maíz sino también en otros productos del campo como: chile, calabaza, papaya, tomate, alfalfa, arroz, canola, melón, papa, piña, plátano, soya, tabaco, trigo, algodón y nopal. Empresas como: Monsanto, Novartis, Dupont, Aventis, Astra Zeneca y Singenta dominan el mercado mundial de semillas y plaguicidas generando dependencia entre los productores, quienes se ven forzados a consumir los fertilizantes y las semillas que estas empresas producen.
Es bien sabido que desde 1995 se está importando jitomate, papa, soya y canola transgénicos, también se importa maíz amarillo transgénico US2 clasificado como forraje y el cual se encuentra frecuentemente contaminado con aflatoxinas cancerìgenas. Por su parte el maíz Bt fabricado por Novartis contiene una toxina llamada bacillus thurigensis que mata a los insectos que comen maíz, el problema es que esta sustancia también afecta a la fauna benéfica (parasitoides y depredadores) del maíz, rompiendo el control biológico natural. Algunos científicos de la Universidad de Cornell descubrieron que el polen del maíz Bt mata o atrofia a las larvas de la mariposa Monarca.
Otro peligro que presentan las semillas transgénicas es lo que se conoce como el “gen Terminator” que está insertado en las semillas para impedir su reproducción después de la primera cosecha, lo que genera que se tenga que volver a comprar la semilla (ahí esta el negocio). Pero lo que resulta aún más alarmante es el hecho de que este “gen suicida” se pueda transmitir a diversas especies vegetales y propiciar su progresiva extinción.
Si bien aún no está comprobado el daño ambiental y a la salud que produce el consumo de estos productos, tampoco es correcto, éticamente hablando, que las empresas trasnacionales coludidas con los gobiernos y las instituciones bancarias internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional), estén importando y promoviendo el uso de estas semillas únicamente por intereses económicos y de dominación de la producción de alimentos en el mundo.
Cada día que pasa nuestros campos están siendo envenenados mientras nuestros campesinos son cada vez más pobres. Pese a esta triste verdad, el gobierno Calderonista se aferra al sueño neoliberal intentando vender el cuento de que en México tenemos un campo ganador, y altamente competitivo en el mercado internacional. La realidad es que el abandono, la explotación y la miseria en que se encuentra el agro nacional es evidente, como también lo es la lucha y defensa que millones de mexicanos han emprendido para salvar y reconstruir el campo mexicano.
(1 de marzo de 2008)
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