1 de octubre de 2015

PELUQUEROS DE IXHUACÁN

TOMADO DE LA “TERCERA COLECCIÓN DE RECUERDOS Y UN POCO DE HISTORIA”, DEL PROFR. RAFAEL MARTINEZ MORALES, DE IXHUACÁN DE LOS REYES. SE REPRODUCEN A CONTINUACIÓN LAS PÁG. 40 Y 41.

Los hombres no podemos prescindir del trabajo de los cortadores de pelo, porque si así fuera, andaríamos casi arrastrando las greñas.

En mis pueblos hubo varios peluqueros de los que sólo uno o dos se dedicaban exclusivamente a ese trabajo; la mayoría de ellos ejercía el oficio como complemento de sus actividades, ya que su ocupación principal fue, como en casi todos los nombres, cultivar la tierra.

Quienes se dedicaban exclusivamente a ese trabajo, lo realizaban en algún local de su propia casa, en el que contaban con una silla o sillón para sentar al cliente; también tenían uno o varios espejos, máquinas que no eran eléctricas como las de ahora, tijeras, peines, bledo, y navajas para rasurar. Los demás hacían el trabajo generalmente los días domingos bajo los aleros de sus casas, o en sus patios a la sombra de un árbol, circunstancia que hacía que el cliente estuviera más a gusto.

Al comenzar el trabajo, el peluquero preguntaba al cliente: ¿de clavito, o recorte? De clavito era dejar la patilla aproximadamente a la altura de la mitad de la oreja; el recorte consistía en casi no dejar patilla, ya que el corte se hacía a la altura de la ceja.

No tenían revistas para leer, pero sí temas para conversar de los cuales el principal era referente al trabajo del campo, como terrenos, semillas, tiempo de siembre, meteoros, animales dañinos (conejos, ardillas, tejones, mapaches, chivicoyos, cuervos, y un coleóptero que comía las hojas del frijol y las flores del maíz y al que daban el nombre de “tarchi”).

Se cuenta la anécdota de que un cliente dijo al peluquero. “Oiga, su navaja raspa, yo creo que ya no corta”; y con el ingenio que ha caracterizado a mis paisanos, el peluquero contestó: “No te preocupes, mi navaja no corta pero tengo fuerzas”.

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