Año de 1986. El hijo de un hombre es enviado a hacer un mandado, una compra de medicinas para su mamá enferma. El hijo atiende a la petición de su padre, quinientos millones de pesos le dijeron que costarían las pastillas producto de la ciencia (notese que en 1986 el dinero en México tenía tres ceros de mas). Al llegar a la farmacia un señor viejo le atendió, le dio las medicinas y le hizo la cuenta. La cantidad era menos de la mitad de lo que le habían dicho que gastaría, pero no puso mucha atención ante la discordancia. Al regresar al hospital donde se encontraba su mamá, su papá y el doctor que atendía a su madre, les contó sobre lo sucedido, en concreto, que el costo de las medicinas había sido menor. Al parecerles extraño lo que el hijo platicaba, revisaron la cuenta y confirmaron sus sospechas: el señor que cobraba en la farmacia había cometido un error.
-Regresa el dinero mijo -dijo el padre.
-Ya para que pa, ya fue suerte de nosotros si el señor se equivocó.
-No mijo, siempre hay que ser derecho. Vaya usted a regresar el dinero.
Y así lo hice, cuenta don Francisco Córdoba de Rodríguez Clara, mientras me hacía un servicio de Xico a Teocelo en su Taxi número 64. Y prosiguió con su relato:
Cuando llegué a la Farmacia le comuniqué al viejo hombre que había cometido un error en la cuenta, el hombre visiblemente molesto, defendió los años de experiencia que tenía haciendo cuentas y cobrando a sus clientes, argumentando que nunca se equivocaba. Lo dejé hablar, cuando de pronto le dije que la reclamación era en su favor, el hombre cayó y me dejó hablar. Le expliqué que había cobrado de menos en las medicinas y que estaba yo ahí para regresar el dinero. Fue entonces que el señor me aceptó el dinero y me regaló veinte mil pesos en agradecimiento.
“Personas como ustedes valen oro”
El tratamiento de la mamá de don Francisco siguió su curso, pero cada vez que su padre preguntaba al doctor cuanto le debía por las consultas, el doctor le daba largas y le decía a la familia que para la próxima consulta les cobraría. Hasta que llegó un día en que el padre de don Francisco dijo al doctor que era momento de hacer la cuenta de todo lo que le debía porque tenía temor de que creciera demasiado y no poder pagarla. El doctor al escuchar sus palabras le respondió que no le cobraría por las consultas de su esposa. La razón sorprendió a la familia completa. El doctor les dijo: “¿recuerdan el dinero que regresaron de las medicinas?, pues el señor de la farmacia era mi Padre, así que no les voy a cobrar por las consultas porque personas como ustedes valen oro.”
Y así terminó el relato de Don Francisco Córdoba de Rodríguez Clara del taxi 64 de Xico, relato que me compartió dentro de su taxi mientras cruzábamos de noche la barranca Matlacobatl. Por último y no menos importante, pues fue lo que inspiró esta nota, quiero agradecer a Don Francisco el haberme regresado el celular que olvidé en el asiento trasero de su taxi pero sobre todo, por haberme regalado la experiencia de conocerlo y de ser testigo del valor de sus acciones, que se convierten en inspiración de vida y esperanza en la humanidad. ¡Gracias!
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