1 de julio de 2015

ELECCIÓN O REVOLUCIÓN

Los resultados de la elección del próximo domingo 7 de junio serán un termómetro fiel  del estado de ánimo de ciudadanas y ciudadanos con derecho a votar; los comicios de ese día permitirán -la misma tarde-noche del domingo-, cuantificar los porcentajes que alcanzarán  el abstencionismo, el voto duro del PRI-Gobierno, el “Voto Informado” que irá a las demás opciones, el “Voto Nulo” que promociona una amplia gama de disidentes y el alcance e incidencia política que tendrá  el  boicot de la jornada electoral que auténticos movimientos sociales van a han realizar  en  estados como Guerrero, Chiapas, Oaxaca y Michoacán.

Las elecciones arrojarán también datos interesantes sobre la calidad de la democracia en nuestros país, por el número de observadores nacionales y extranjeros, el desempeño y nivel de credibilidad que mostrará el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral, la actitud de las dos principales televisoras, junto a las empresas encuestadoras, y el efecto que tendrán la inseguridad y las sospechas del financiamiento de campañas por parte del crimen organizado, como ya ocurrió en procesos recientes.

Más allá de cómo quedará conformada la nueva Cámara de Diputados, que iniciará su periodo el próximo  1 de septiembre, la pregunta que nos debemos hacer  los ciudadanos es ¿cómo hacemos para que los nuevos legisladores no se conviertan en nuestros propios verdugos, ya que después de ser electos contarán con fuero y  ya nada los obligará a consultarnos o tomarnos en cuenta, a la hora de aprobar las leyes, como sucedió el año pasado con las reformas estructurales  de Peña  Nieto, que tanto daño ocasionarán al país.

En otras palabras, no tenemos aún un plan estratégico para controlar a estos representantes populares, sean del partido que sea, para que vean por el interés general de la sociedad y no, como hasta ahora, para darle la espalda al pueblo que los elije y les paga sus salarios.

Porque aun cuando la mayoría de  la próxima legislatura no estuviera acaparada por PRI-PAN-PRD, de todas maneras corremos el riesgo de que, en los oscurito o el sótano de la política, otros legisladores incurran en iguales o peores excesos  y agravios a la Nación.

Urge inventar o innovar fórmulas de control de estos representantes populares, para pasar de la simple democracia representativa (la del día de las elecciones) a una auténtica y vigorosa democracia participativa, con contra-pesos reales y efectivos, que incluya un sistema de premios y castigos para  buenos y malos legisladores; también observatorios ciudadanos y demás modalidades de fiscalización de los actos de los diputados, para  ejercer marcaje  personal y habilitar mecanismos de evaluación por distrito, después de que rindan cuentas cada año a su paso por  el Congreso de la Unión.

A mediano plazo, una nueva reforma política tendría que eliminar también  el fuero y perfeccionar el mecanismo del juicio político, si los ciudadanos a los que representa así lo solicitan.

Sólo así se podría ir recuperando la confianza en las instituciones y para preservar la vía  parlamentaria como la única y legalmente posible para acceder al poder, si  se quiere evitar un rompimiento del pacto social y las consecuencias de una sangrienta revolución.

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