2 de mayo de 2015

SOMOS MAYORÍA


Nuevamente la inseguridad es tema de alarma, miedo y conversación entre amigos, familias y sectores diversos de nuestra región, sin que ello forme parte de la agenda y las propuestas de los candidatos en campaña.

El tema está alarmando, apenas por las muy escasas notas periodísticas que alcanzan a publicarse en medios impresos y electrónicos, aunque muchos más sucesos de esta naturaleza sólo se conocen de boca en boca, mientras las autoridades municipales y estatales actúan con un hermetismo sospechoso.

Algunas zonas, rutas y carreteras que intercomunican a los municipios de la región, se han convertido en verdaderos tiraderos de cadáveres, en circuitos exclusivos para el robo de vehículos, la extorsión y los secuestros e incluso para la expansión de las redes del narcomenudeo, la trata de personas y el reclutamiento de jóvenes por parte del crimen organizado, a pesar de los operativos de soldados y marinos en la región.

Aunque todos tenemos un amigo, un vecino o un familiar al que ya le ocurrió algo así, muy pocas personas recurren a los ministerios públicos o fiscalías para denunciar o documentar despojos o atropellos, por miedo o de plano por desconfianza en las instituciones creadas para impartir justicia.

Pero el mayor miedo de la gente surge cuando ven que servidores públicos de los tres niveles de gobierno están asociados a las bandas delictivas y que éstas cuentan con la protección de policías municipales y corporaciones estatales y federales que se hacen de la vista gorda, a cambio de sobornos y protección.

Ese miedo y esa desconfianza aumentan también cuando vemos cómo en nuestras propias calles, barrios, colonias, congregaciones y municipios, jóvenes sin escuela y sin empleo son contratados para hacer las veces de “halcones”, sembrando la desconfianza en todo el tejido social, en especial en el ámbito familiar y comunitario.

Se agrega a lo anterior, el caso de las personas desaparecidas, en cuya lista aparecen decenas de personas ya no solamente del norte y del sur de la entidad veracruzana, sino de la misma capital del estado y municipios de nuestra región, sin que nadie les informe o les ayude a encontrarlos.

Aparentemente, ante este panorama, parecería no haber una salida fácil para los ciudadanos de a pie, más que resguardarse en sus casas más temprano y rogar al creador no caer en manos de esos pelafustanes y sanguinarios delincuentes.

Sin embargo, el ingenio popular y la creatividad que nace en medio de situaciones de mucha desesperanza y hartazgo, están comenzando a crear algunas herramientas para la autodefensa y el autocuidado de personas, familias y comunidades, como lo comparten activistas y colectivos de Oaxaca, en la “Guía para la Defensa Comunitaria”.

Parece simple, pero funciona. La receta es muy sencilla: nadie se salva solo/a, si se toman en cuenta el poderío, los recursos y la violencia con que actúa la delincuencia organizada (y la de cuello blanco); pero si todos nos unimos y nos cuidamos –pues además somos mayoría-, podremos revertir no solo las amenazas de los “malandros” sino también los otros proyectos de muerte que buscan atentar contra nuestros ríos y demás fuentes de abastecimiento.

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