TOMADO DEL LIBRO “MIS RECUERDOS”, ESCRITO POR EL PROFR. RAFAEL MARTÍNEZ MORALES DE IXHUACÁN DE LOS REYES, SE REPRODUCE A CONTINUACIÓN LA PÁG. 91.
Ixhuacán está rodeado de montañas; encontrarse en la cima de una de ellas, es estar en un buen lugar para contemplar maravillas, como: los arroyos, las cañadas, los campos de cultivo, los lomeríos, los ranchos, las arboledas, los caminos, los rebaños y la montaña misma.
La montaña con su vestidura verde purifica el aire; sus rocas, los troncos de sus árboles y sus frondas tupidas, ofrecen refugio a diversos animales que contemplan su belleza y armonía.
La montaña nos da tranquilidad en sus numerosos y solitarios paisajes, además de hacernos olvidar en ellos los problemas que nos aquejan.
La sublimidad de las montañas, nos hace reflexionar sobre lo que somos y sobre lo que nos rodea. Nos da pie para pensar y valorar.
Recorrer la montaña vigoriza nuestro cuerpo y nuestro ánimo; nos invita a escalarla sin importar los riesgos que se corren, como el de algún rasguño, el encuentro con animales peligrosos o el de resbalar y caer sobre las rocas.
En las montañas encontramos altiplanos que el campesino aprovecha para construir en ellos sus chozas.
En la montaña se disfruta el olor exquisito de la tierra, del monte y de las flores. En ella nos deleitamos con el canto armonioso de los pájaros, con el murmullo que producen las hojas con el soplo del viento y con el golpeteo de las gotas de lluvia sobre las hojas caídas.
La montaña tiene laderas cuya tierra es cultivable y otras tan inclinadas y rocosas, en las que cualquier desesperado se suicidaría con gusto.
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