Ahora
que la fiebre político-electoral invade los medios de comunicación y la
propaganda de rostros, emblemas, colores y partidos pretenden enganchar
a un electorado cada vez más decepcionado por las malas prácticas y
peores resultados de funcionarios de los tres niveles de gobierno,
conviene promocionar la idea de que el verdadero cambio que necesitamos
todos tiene que surgir de abajo, desde nuestras familias, comunidades y
municipios.
Se necesitan líderes en la casa. Padres de
familia que no se acobarden para que formen y eduquen a hijos –futuros
ciudadanos-, que no se arrodillen a cualquier santo, funcionario o
candidato. Papás y mamás que dialoguen con niños y jóvenes para
transmitirles el mensaje de que les tocará un futuro incierto y que más
les vale ser críticos y propositivos desde ahora, para que sus familias
tengan mejores condiciones de vida. En fin, necesitamos matrimonios o
parejas que sean ejemplo de congruencia, para que desde cada célula de
la sociedad nos comprometamos a no ser ciegos, sordos y mudos, ante la
realidad que nos lacera.
Se necesitan líderes en la
escuela. Profesores que anteponga el bien común a los intereses de
perversos líderes sindicales y que se opongan a la educación chatarra
que se imparte en la gran mayoría de las escuelas públicas –con sus
honrosas excepciones-, con la complacencia de una burocracia que nos
resulta cara e ineficiente. Maestras y académicos que se pongan la
camiseta y las pilas también para exigir al gobierno destinar al menos
el 8% del Producto Interno Bruto para que en todo México se imparta una
educación, crítica, científica y popular. Y Sociedades de Padres de
Familia que hagan contraloría ciudadana y no comparsa con directoras y
directores que sean mañosos y autoritarios.
Se
necesitan líderes en las comunidades. Para que comités, juntas de
mejoras, jefes de manzana, cooperativas, ejidos, clubes deportivos y
demás formas de representación, sean verdaderos instrumentos de diálogo y
construcción de acuerdos, para que en democracia se tomen las mejores
decisiones y sirvan para una interlocución con los tres niveles de
gobierno, que al mismo tiempo que animan a pedir y exigir, también
fomentan la cultura de la corresponsabilidad y la participación
ciudadana, que pase de la protesta a la propuesta. Formas de
representación que además no tengan compromiso con candidatos o partidos
y que rindan cuentas de los dineros de la gente.
Se
necesitan líderes en las parroquias. Curas o sacerdotes que no propaguen
la doctrina del miedo a Dios, sino la confianza en el rebaño para que
no se crean el cuento de la barita mágica o los milagros caídos del
cielo, como si todos nuestros problemas se podrían resolver sin esfuerzo
alguno. Párrocos que abran los ojos de una feligresía no acostumbrada
todavía a ver, pensar y actuar. Ministros de la palabra seguidores
del Jesús histórico –el de carne y hueso- que no se arrodilló al
Sanedrín ni dejó representantes en la Tierra. Párrocos humildes y
austeros que saben ganarse la confianza de la gente. Verdaderos
liberadores del pueblo y representantes de la otra iglesia, la de los
pobres.
Se necesitan líderes en las organizaciones de
la sociedad civil. Asociaciones civiles sin fines de lucro, pensadas
para ayudar al prójimo y no agrupaciones que simulan ayudar al
prójimo pero lucran y se enriquecen indebidamente. Organizaciones
ciudadanas que sirvan como puente para “bajar” recursos públicos y
privados que eleven el nivel de vida de los más pobres y no para
elevar el nivel de ingresos de sus directivos. Instituciones que sean
ejemplo de transparencia y rendición de cuentas de sus dineros y
operaciones, con órganos de gobierno fiscalizados por entes internos y
externos. Actores de una ciudadanía que sean verdaderos referentes de
democracia, congruencia y equidad.
Se necesitan líderes
en los ayuntamientos. Servidores públicos casados con el servicio a la
comunidad, no improvisados funcionarios que trabajen de lunes a viernes y
horarios reducidos, con salarios de príncipe o princesa. Ediles que no
repartan medio tiempo en palacio municipal y medio tiempo en su
changarro o plaza adicional. Alcaldes, síndicos y regidores de tiempo
completo, de conducta ejemplar y desempeño óptimo, para que se ganen el
respeto, el cariño y la consideración de la ciudadanía que los rentó
por tres años.
Personas de la comunidad dispuestas a mandar, pero obedeciendo a quien pone el dinero para sus sueldos.
Representantes
del pueblo que no se arruguen ante la delincuencia organizada y que no
se molesten cuando la gente los critique por excesos y errores.
En
fin, si desde estos ámbitos de la vida pública y privada aportamos lo
mejor de nosotros mismos, desde cada una de nuestras trincheras, será
posible empujar los cambios que regeneren el tejido social de una
sociedad que ya ha sido agraviada de muchas formas: pobreza extrema,
abandono del campo y los campesinos, desempleo, falta de acceso a una
educación con calidad, daño ambiental por todas partes, violencia y
delincuencia organizada fuera de control, abuso de poder de la
partidocracia, corrupción e impunidad en los tres niveles de
gobierno…Por decir lo menos.
Ningún candidato, partido o
gobierno, por sí solo, será capaz de revertir la tendencia que nos
dejan más 70 años de partido único y 12 años de supuesta alternancia.
Los problemas tienen rebasados a los tres niveles de gobierno, a los
tres poderes de la Unión y a los tres partidos políticos con mayor poder
de decisión.
Bajo este escenario, algunos piensan que
mágicamente nos podría funcionar el refrendo del llamado “voto útil” ,
para sacar ahora al PAN de Los Pinos, como se nos pidió en el 2000 para
sacar al PRI de Palacio Nacional, votando en julio por el candidato de
las izquierdas. Otros se han resignado a creer que al del copete
engomado ya nadie lo alcanza, según las encuestas; algunos más
pregonan que es mejor “malo por conocido, que bueno por conocer” y que
es muy probable que una mujer logre sacar al buey de la barranca.
Aunque
no tenemos bola de cristal y en julio próximo uno de los tres ganará la
silla presidencial, lo que viene pronto para México será un verdadero
cambio de época –como lo dijeron los mayas-, donde los líderes de
nuevo tipo, auténticos representantes del pueblo, serán los verdaderos
artífices de nuestra tercera revolución social.
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