Al comenzar el nuevo año, al menos en nuestra región, la delincuencia organizada le está ganando los espacios públicos a ciudadanos y autoridades.
Balaceras, extorsiones, secuestros y homicidios, atemorizan y destruyen “el tejido social”.
Lo que antes era noticia en otras partes del estado y el país, ahora es cosa cotidiana en nuestros pueblos y comunidades.
Después de los sucesos en Ixhuacán de Los Reyes, la pregunta es ¿qué sigue? O ¿quién sigue?
Amenazas por nuestra tarea de informar tampoco faltaron durante el año que terminó.
Por otro lado, los ciudadanos no tenemos la cultura de la denuncia y en algunos casos se desconfía de ministerios públicos y policías.
Algunos negocios familiares y comercios establecidos hace años, ya quedaron marcados por la zozobra y la impotencia, al sufrir amenazas, secuestros y extorsión; otros bajarán la cortina pronto y se irán de la zona.
La presencia de marinos y soldados ayuda por momentos a preservar la tranquilidad y ahuyenta a maleantes de dentro y de fuera, pero el prejuicio que hay sobre su trabajo, por excesos y errores, impiden un acercamiento mayor y más confianza para dirigir los operativos hacia los lugares donde la delincuencia se apodera de los espacios públicos, abre nuevos negocios para blanquear dinero mal-habido y hasta se da el lujo de extorsionar a cambio de ofrecer “seguridad”.
No se sabe si también nuestros alcaldes ya fueron amenazados, para que no actúen; si reciben dinero para guardar silencio o simplemente no se quieren dar por enterados para no arriesgar el pellejo y los buenos salarios que perciben.
Dice el párroco de Cosautlán que el miedo no es cristiano y que si no actuamos ahora pronto la situación derivará en una nueva forma de opresión.
En otras partes de la región, asustados ganaderos, prominentes cafeticultores y dueños de empresas y comercios, estarían dispuestos a pagar fuertes sumas de dinero para contratar guardias personales o para eliminar a grupos y bandas ya muy bien identificados.
Y en medio de todo este contexto, es cierto lo que ya se documentaba en otra edición de este medio impreso, de que en este clima de violencia y delincuencia organizada, los jóvenes pasaron de ser víctimas a victimarios.
Por estos días, en la ciudad de Xalapa, expertos en el tema, académicos, funcionarios y sociedad civil, diagnosticaron que lo peor está por venir, que no será fácil ni rápido acabar con este cáncer de inseguridad y violencia, que los gobiernos están rebasados y que sólo el pueblo salva al pueblo, si se organiza y se moviliza, dejando de ser espectadores del drama y el horror ajenos, porque mañana nos puede tocar a nosotros y a nuestras familias o comunidades.
No será fácil revertir la situación en el corto plazo, pues por estos días ya se escucha la alharaca de los precandidatos y sus partidos, que sin importarles los agravios de la delincuencia y las secuelas que eso dejará en las nuevas generaciones, se lanzarán a las comunidades a ofrecer el oro y el moro, para llegar a los puestos de elección popular, sin importarles el dolor ajeno.
Pronto nos daremos cuenta que en vez de unir a la gente, para combatir a la delincuencia, los partidos políticos y sus candidatos van a dividirnos más, volviéndonos presa fácil de los malhechores.
Y es muy posible, porque ya ha ocurrido en elecciones locales recientes, que las mafias hagan acto de presencia en los mítines y acarreos, para respaldar y financiar las campañas, de quienes ya en los puestos públicos se harán de la vista gorda para no tocar sus ilícitos negocios, convirtiendo entonces a la política en un negocio de más muerte y opresión para el pueblo.
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