TOMADO DEL LIBRO “MIS RECUERDOS”, ESCRITO POR EL PROFR. RAFAEL MARTÍNEZ MORALES DE IXHUACÁN DE LOS REYES, SE REPRODUCEN A CONTINUACIÓN LAS PÁGINAS 5,6 Y 7.
Adiós Ixhuacán hermoso, rodeado de cuatro cerros, donde cantan las calandrias y contestan los jilgueros.
Escondido entre montañas azuladas de la Sierra Madre Oriental, se encuentra un pequeño pueblo veracruzano, IXHUACÁN, cuyo territorio colinda con el Estado de Puebla y con otros municipios de Veracruz.
Actualmente le llaman “Ixhuacán de los Reyes”. Antiguamente se le llamaba sólo “Ixhuacán, Veracruz”.
Para llegar a Ixhuacán se toma la ruta Xalapa, Teocelo, Pocitos; o la ruta Perote, Ayahualulco.
Es un pueblo interesante por su historial, por sus calles empedradas, por sus casas de estilo colonial, por su acogedora plaza central rodeada de portales con sus típicos tejados, por la belleza de sus paisajes, por su gente sencilla y trabajadora, generosa y amable.
“Teo-izhua-cán” significa en Náhuatl, “Lugar de las Divinas Hojas”. Juntamente con otros pueblos prehispánicos, Ixhuacán fue conquistado por la Triple Alianza del Valle de México, probablemente entre los años 1471 y 1474.
En 1519, fue testigo del paso del conquistador Hernán Cortés en su camino hacia la Gran Tenochtitlán.
Fue paso de viajeros entre el Valle y el Golfo de México, durante la época virreinal.
Por él pasaban las recuas transportando productos, ya fuera del Golfo al Valle, o viceversa; esto se confirma con la existencia de ruinosos mesones.
Originarios de Ixhuacán, dignos de considerarse como dos pilares de la cultura de ese pueblo, que podrían haber proporcionado datos históricos del lugar, pero que lamentablemente se nos adelantaron en el viaje sin retorno, fueron: El Señor Raymundo Morales Calderón y el Señor Augusto César Hernández.
Quiero en forma breve hablar de una de las calles de mi pueblo, de la calle Zaragoza, llamada también entre nosotros, Calle Real.
Comienza en la esquina de los Ancona Rivadeneyra y continúa hasta la salida del pueblo por el poniente.
Su empedrado sencillo por muchos años, fue substituído hace poco tiempo por empedrado reforzado con cemento.
En dicha calle se encuentra la vieja iglesia conocida como Capilla de la Luz, de elegante arquitectura que se aprecia en la admirable belleza de sus torres.
Allí me divertía cuando niño con mis amigos, tirando piedras a las campanas cuya sonoridad llevo siempre en mi recuerdo.
Si pidiéramos conocer las historias que guardan entre sus muros los viejos caserones de mi calle, sin duda las encontraríamos revestidas, algunas de risa y felicidad, otras de tristeza y lágrimas, otras más de misterio, y muchas de romance.
Casas muy altas con muros de mampostería demasiado gruesos; muros que aun sostienen vigas y tablas sobre las que se colocaba la teja de barro. Sus pisos de ladrillo hecho también con barro; sus puertas cuya altura rebasa los dos metros y medio, y con hojas que se encuentran sostenidas con goznes, no con bisagras.
Merecen citarse por su historia y arquitectura entre otras: la que habitó el general zapatista José Riveros y que sirvió de cuartel a sus soldados. La casa situada en la contra-esquina de la Capilla de la Luz. La casa-mesón que ya muy deteriorada, fue demolida para construir en el lugar un salón para actos cívicos. En el mismo lado de la calle, las dos casas de la esquina siguiente, una de las cuales de elegante fachada, es hoy solamente sombra de lo que fue.
En la acera de enfrente también casas de estilo colonial, con banqueta de piedra labrada que al calentarse con el sol, quemaba mis pies descalzos como castigo por rehusar ponerme mis huarachillos de llanta, cuando iba yo con mi par de botecillos de aceite “La Cotorra”, a traer el agua que la mamá o la abuela necesitaban para cocinar.
En una casa calle vi la luz por primera vez hace poco más de setenta años. Algunas de esas casas están deterioradas por el tiempo, otras mutiladas para darles aspecto de modernidad.
Los barrotes de madera torneada de sus ventanas y balcones, testigos mudos de amorosas confidencias, han desaparecido.
Allí están todavía, algunas de aquellas casas como queriéndonos comunicar su tristeza, y como diciéndonos al mismo tiempo: “No me mutiles, no me transformes, no me destruyas; cuídame, quiero seguir siendo testigo de tu pasado. Revisa periódicamente mi tejado para que la humedad no me dañe…”
Marzo de 2004.
2 comentarios:
Gran historia, es un buen libro, lleno de vida y sentimiento, al leerlo produce la sensacion de vivir cada momento escrito, definitivamente lo recomiendo, es una buena pieza para disfrutar por la tarde junto a una taza de cafe
Gran historia, es un buen libro, lleno de vida y sentimiento, al leerlo produce la sensacion de vivir cada momento escrito, definitivamente lo recomiendo, es una buena pieza para disfrutar por la tarde junto a una taza de cafe
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