16 de enero de 2012
¿CAMBIO DE PARTIDO O CAMBIO DE ÉPOCA?
Tres son los indicadores que deben servirnos a los ciudadanos, para evaluar el desempeño, resultados y actitudes de los servidores públicos del nivel municipal: la eficacia y eficiencia con la que realizan su trabajo; la transparencia y rendición de cuentas sobre el uso de los recursos públicos; y la democracia en la toma de decisiones.
Sobre el primer aspecto de la administración pública municipal, los ayuntamientos de la zona carecen aún de instrumentos de medición y contralorías ciudadanas que certifiquen la calidad del servicio público que prestan alcaldes, síndicos, regidores y demás empleados a los que les pagamos un sueldo mensual.
Por eso, cada fin de año se reciclan los mismos formatos y protocolos, mediante los cuales se arman verdaderos teatros y costosos escenarios, donde cada presidente municipal y su comuna se halagan a sí mismos, pagan porra con acarreo, bebida y comida a costa del mismo pueblo y se toman la fotografía para autopromocionarse engordándole la cartera a los dueños de pasquines y “periodistas”.
Aunque como dice el alcalde de Cosautlán, “nadie nace sabiendo”, los ciudadanos ya no estamos dispuestos a tolerar que estos servidores públicos aprendan –a costa del erario público-, mediante el sistema de ensayo-error y menos con la vieja fórmula de que el primer año pagan las deudas del alcalde anterior, el segundo recuperan el dinero que invirtieron en la campaña y el tercero – el “año de Hidalgo”-, se dedican a saquear las arcas municipales.
Pero si además de lo anterior, los funcionarios de un ayuntamiento omiten su responsabilidad de contar pesos y centavos de cara a la ciudadanía, para generar confianza, dando cuenta por ejemplo del costo de cada obra e identificando a sus proveedores de materiales o publicando el monto de sus sueldos, compensaciones y aguinaldos, la confrontación entre gobernantes y gobernados siempre será inminente.
Aunque son los menos, todavía hoy en día tenemos alcaldes que piensan que en su pueblo o municipio “sólo sus chicharrones truenan”, como en Ixhuacán, donde gracias a la paciencia de sus habitantes las cosas no se han salido de control, a pesar de los agravios, acciones y omisiones de su presidente municipal. Barranca Nueva y Nueva Villa son el ejemplo más claro de la indolencia de sus autoridades.
Por último, está la manera en que los servidores públicos acostumbran tomar las decisiones sobre los asuntos que nos afectan a todos, por ejemplo: la anuencia para la apertura de más cantinas que escuelas; los permisos otorgados de forma discrecional para la instalación, desalojo o reubicación de vendedores ambulantes, sin preguntarnos a los ciudadanos si estamos de acuerdo; la falta de una mayor fiscalización ciudadana para acordar el uso del presupuesto en el ramo de obra pública; y sobre todo la falta de contrapesos dentro de la misma comuna, donde persiste la idea de que el presidente municipal es “el patrón” y el síndico(a) y regidor(es) son sus empleados, a los que puede someter o chantajear a capricho, pues –se cree- él les paga de “su dinero” y por lo tanto no se pueden poner en su contra.
Estas aberraciones solamente desaparecerán cuando haya una verdadera reforma política que valide la revocación del mandato, como instrumento de autodefensa ciudadana contra malos servidores públicos y cuando esa ciudadanía deje de ser pasiva, espectadora de los asuntos públicos y se convierta en crítica y propositiva de una nueva relación entre pueblo y gobierno.
De cara a nuevas elecciones en 2012, la pregunta es si nuestros pueblos, comunidades y municipios volverán a ser el relleno de las campañas de partidos y candidatos, creyendo que ahora sí nos van a cumplir y nos van a obedecer. El pueblo sabe que cada tres y cada seis años elegimos a nuestros propios verdugos.
El próximo año, se votará por nuevo presidente de la república, senadores y diputados federales. 23 millones de spots se pasarán por radio y televisión durante seis meses, con cargo al erario público, y también con dinero de nosotros los contribuyentes los partidos se lucirán derrochando miles de millones de pesos para promocionar el rostro de sus candidatos y parándose el cuello con gorras, playeras, cubetas, pintas y espectaculares por todos lados.
Más que un cambio de partido en el gobierno, los ciudadanos esperamos un verdadero cambio de época, que revolucione la vieja cultura política tradicional, que nos ha hecho creer que un solo hombre podría cambiar todas las cosas malas que nos están pasando, pues más bien necesitamos a ciudadanos que ayuden a cambiar a otros ciudadanos, para luego entonces cambiar juntos esas cosas malas que nos agravian a todos, como la inseguridad, la desigualdad, el desempleo, la corrupción, la impunidad.
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