1 de diciembre de 2011

EL SERENO DE LA COSECHA

“A los cafetales, amigos entrañables.”
“A la fe genuina de los coatepecanos
Y al sabor lúcido de su café que nos provoca pensar”

 Avelino Hernández


Asombrado  por el paisaje neblinoso de aquella tarde cosechera, envuelto en un eco húmedo de ensueño y contemplación; los cortadores avanzan como un ejército de soldados gentiles, atacando con suprema habilidad las generosas plantas rebosantes.

Hay una gran excitación de cafetos y azahares contenida en silentes eclosiones de verdes granulados de carmines. Vetustas calzadas de piedra chispeando bajo pinceladas plateadas vespertinas, veredas mojadas con pisadas apenas sentidas por el barro.

Sano hedor campesino que llevan por doquier los cortadores, impregnados de antiguos olores que mezclan el de la madura cereza del café con naranja pachiche, tierra húmeda, digno sudor, leña y maíz, agradable tufillo que nos habla de la vida, del campo y el convenio tácito entre los humano y las plantas.

La fragante pomarrosa tirita y sus hojitas se abrazan estimuladas por el efluvio invernal cada vez más denso.
Los aromas vegetales estallan en las yemas de los dedos que arrancan  las cerezas ofrecidas por las manos del cafeto, sacudiendo apenas sus hojas llorosas.

El roce de las ramas en los cuerpos y tenates hace la  música del corte, crujientes varitas donan los frutos entre esa armonía que las aves respetan con  adoloridos cantos en la lejanía.

En la verde plantación .entre el laberinto de cafetos silenciosos, se adivinan, tras el blanco y flotante velo luminoso, dos amantes. El vaho encendido de sus cuerpos, les emana tenues nubes de excitante incienso.

Despaciosos llevan a su boca el sabor carnoso y dulce del voluptuoso níspero, sus manos alcanzan los cogollos del deseo y ebrios con los frutos hechiceros son embebidos en la madurez de su amor, sumergidos en la senda.

Bajo la cúpula del verde cafetal, cuando comienzan a cerrarse las pestañas del atardecer, en un lecho oloroso a barro y jinicuil, los amantes en besos enredados, ignoran las lenguas de quietud del sereno que lame las multiplicadas semillas del cafeto.

Las mariposas buscan con denuedo las miradas de amor de los amantes como para mirarse en ese espejo.

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