15 de diciembre de 2011

EDITORIAL

¿Ejército de Reserva?

Los operativos de militares y marinos por nuestra región, en los últimos tres meses, y las pesquisas que realizan policías estatales y municipales, de forma ordinaria, ponen al descubierto la manera en que la delincuencia organizada está dañando el tejido social –nuestra convivencia diaria-, sobre todo cuando utilizan a los jóvenes de nuestras propias familias y comunidades para planear y ejecutar robos, secuestros, extorsiones y homicidios.

Aprovechan los operadores de esas redes del crimen y la narco-delincuencia, que la mayoría de esos jóvenes no tienen escuela ni trabajo y no en pocas ocasiones pertenecen a familias disfuncionales; caldo de cultivo ideal para que los recluten, ofreciéndoles dinero, droga, alcohol, armas, vehículos, mujeres, poder, a cambio de “emplearse” en la comisión de delitos.

Algunos incluso son menores de edad y ya también se pueden ver en las imágenes de la televisión y los periódicos, los rostros de jovencitas que han sido capturadas por las diversas corporaciones, al probarse su participación en la comisión de diversos ilícitos, por lo que las cárceles están llenos de ellos. Todos son parte del llamado Ejército de Reserva, pero de la delincuencia organizada.


Otros nuevos agravios que se comenten, de forma silenciosa y sin que haya denuncia de por medio, son los intentos de extorsión que se cometen vía telefónica contra personas en lo individual o dueños de negocios en cabeceras municipales y congregaciones; el “cobro de piso” que realizan en plazas públicas, mercados y comercios establecidos, bajo amenaza de secuestro o violencia contra familiares o establecimientos, si no pagan “la seguridad que se les brinda”; y el “pago de nómina” de parte de la delincuencia hacia policías mal pagados y servidores públicos para que “se hagan de la vista gorda”.

Pero lo que más facilita la incursión y operación de las bandas delincuenciales, es la compra de conciencias y voluntades entre los miembros de nuestras comunidades, también necesitados de empleo, que pasan a formar parte de una red de informantes y beneficiarios, mejor organizados que en Oportunidades y el programa Adelante, para facilitar la comisión de delitos y alertar a sus jefes sobre la presencia de las fuerzas del orden y los operativos.

Es en esta última vertiente en la que el crimen organizado planea capitalizar las necesidades de la gente, para que sus ilícitos negocios tengan arraigo en la comunidad, sin tener que poner “oficinas” de esta “industria sin chimeneas” y creando los empleos que no genera el gobierno.

No será fácil extirpar de nuestro tejido social este tumor canceroso, pues tiene también el ingrediente de la descomposición familiar y la crisis social, económica y política del sistema, y es posible que lo peor esté por ocurrir si las bandas se enfrentan por el dominio de los territorios y las fuerzas federales tratan de contenerlos sin inteligencia, mientras nuestros gobernantes entierran la cabeza en la tierra, en vez de prevenir y estructuras planes de contingencia, para revertir esa tendencia.

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