1 de diciembre de 2011

DÍA INTERNACIONAL DE LA NO VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

Veronica Carrillo

En el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe celebrado en Bogotá, Colombia en 1981 se estableció que cada 25 de noviembre se conmemorara el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, en honor a Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, hermanas dominicanas que tuvieron la valentía de luchar por la libertad política de su país, oponiéndose contra una de las tiranías más férreas que ha tenido Latinoamérica, la de Rafael Leónidas Trujillo. Actitud por la que fueron perseguidas, encarceladas varias veces y finalmente asesinadas el 25 de noviembre de 1960.

Y nosotras, en nuestra vida simple y cotidiana ¿podríamos hacer algo para erradicar la violencia contra la mujer? Sí, si nos asumimos como mujeres educadoras y transformadoras de la sociedad. Consideremos que la mujer no se reduce a gestar, dar a luz y alimentar a los hijos, sino que consiste en darles la vida en conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. Es a través de la educación a los hijos, que las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de generaciones anteriores, creando además otros nuevos.

Uno de los campos en los que tenemos que trabajar es en la sexualidad. En este país alrededor del 50% de las mujeres que sufren agresiones físicas, también son maltratadas sexual y sicológicamente por su pareja; más de la tercera parte de los casos de abuso físico se refieren a agresiones de tipo sexual, y que la violencia física en las relaciones de usualmente vienen acompañadas de amenazas de tipo sicológico, según los estudios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

Las principales causas de la violencia contra la mujer son, entre otras, no obedecer al varón, contestarle mal, no tener la comida preparada a tiempo, no atender de manera adecuada a los hijos, preguntarle por cuestiones de dinero o sentimentales, salir sin permiso de la pareja, negarse a sus exigencias sexuales y sospechas sobre infidelidad de la mujer... Precisándose que esos comportamientos pueden darse en agresiones físicas (abofetear, golpear con los puños y patear, hasta asesinar), maltrato sicológico (intimidación, humillación), abuso sexual (relaciones sexuales forzadas o violentas, coacción íntima) y otras actitudes dominantes por parte del varón (aislarla de su familia y amigos, vigilar sus movimientos y restringir su acceso a la información o asistencia).

Como mujeres educadoras de la familia, estamos obligadas a aprender, y enseñar que la violencia contra la mujer es un grave flagelo, por lo que debemos concientizar a las personas de que la violencia empieza en casa, y no es un problema privado, sino de orden público y que el Estado mediante políticas públicas está obligado a intervenir. Recordemos que la violencia no tiene status social, sino que es una cuestión cultural que visualiza a la mujer como alguien inferior…y ¡nosotras no somos inferiores a nadie!

Nuestro trabajo doméstico es un conjunto de actividades que se realizan en todos los hogares como parte de las medidas para dignificar la calidad de vida, que incluyen cuestiones de higiene y salud (lavar, planchar, cocinar, cuidar, arreglar y servir). Es el eje central para mantener un equilibrio efectivo y afectivo, entre necesidades y deseos de todos los integrantes de la familia. Estas actividades las asumimos puesto que sabemos que desempeñan un papel esencial para el buen funcionamiento de las sociedades y las economías que las sustentan, las cuales requieren un sentido de responsabilidad que no son reconocidas a pesar de su importancia.

Y ese es nuestra responsabilidad: darle la importancia que tiene nuestro trabajo doméstico haciéndolo con orgullo y dignidad, además de seguir aprendiendo y enseñando el equilibrio que necesita una familia para vivir en una sociedad cada vez más equitativa.

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