1 de mayo de 2011

LA METÁSTASIS DEL PRI Y LA CIUDADANÍA MEXICANA

Por: Jorge Vaca

La palabra "ciudadanía" se usa actualmente en muchos sentidos. Una manera de hablar de ciudadanía o de colaborar para que la gente se vea a sí misma como ciudadana, y no sólo como persona, es pensar que no se es ciudadano porque no se conocen los propios derechos. Al no conocerlos, mal se pueden defender. A ese enfoque, válido sin duda, subyace la idea de que sí vivimos en un Estado de Derecho y de que sólo nos falta apropiarnos de ellos. Supone igualmente que sí hay instituciones disponibles para defenderlos.

Un enfoque diferente, que es el que propongo para la reflexión, es pensar al contrario, es decir, pensar que los mexicanos sí tenemos altamente desarrollada nuestra ciudadanía, pero una ciudadanía práctica, un sentido práctico ciudadano que echa sus largas raíces en el sistema político y administrativo que impuso el PRI, no basada en el derecho sino en la muy mexicana corrupción. Si en realidad no vivimos en un Estado de Derecho, lo que aprendemos, viviéndolo, es lo que verdaderamente funciona para resolver los problemas ciudadanos que debemos enfrentar. Germán Dehesa nos heredó un pequeño libro titulado ¿Cómo nos arreglamos?: Prontuario de la corrupción en México (de Editorial Diana) que puede ser leído justamente como la explicitación de los conceptos de lo que yo llamaría "ciudadanía priísta". Va una probadita del simpático libro:

Funcionario: En la mitología civil de nuestro país, el funcionario es un protagonista señaladísimo. En nuestro tradicional juego de lotería -nuestra forma suprema del azar-, el funcionario vendría quedando entre "el borracho" y "el valiente". [...] Es el señor [o señora] del pequeño o gran poder; es el que obtiene lo que los mortales comunes no pueden obtener y en un plazo inconcebiblemente corto; es el que ya llegó, aunque sea por los caminos más tortuosos y difíciles. [...] Hierático, distante, vestido de diversas maneras, aunque casi siempre mal, rodeado de achichincles, asesores, personal de apoyo; equipado con la más moderna y espiable tecnología de comunicación, el funcionario se deja ver de vez en cuando, pero siempre nos envía la imagen de alguien que no puede estar del todo, porque las altas tareas de salvar a la Patria le exigen concentración de tiempo completo. (p. 83).

El PRI lleva haciendo metástasis por más de ochenta años (aunque por el camino del tiempo llegaríamos a La Colonia o hasta La Gran Tenochtitlan). Las células cancerígenas se extendieron a todos los rincones del país, a todos los hogares y a todos sus miembros, a todas las instituciones y a todos los niveles: desde Los Pinos hasta el más humilde Ayuntamiento, además de infiltrarse en todos los partidos políticos, viejos y nuevos. La ciudadanía priísta es también una actitud. Podríamos incluso decir que los políticos (salvo raras excepciones) son corruptos profesionales, mientras que los mexicanos de a pie no podemos ser otra cosa que aprendices.

Ahí están, por ejemplo, las películas La ley de Herodes y Presunto culpable, para ilustrar aquello a lo que se alude.

Este segundo enfoque tiene la ventaja de señalar que el problema de la construcción de ciudadanía en nuestro país entraña, primero, des-aprender un modo de ser ciudadano, para luego aprender otro, en cuyo caso está implicado un cambio radical del Estado que cree condiciones reales para que los derechos puedan ser efectivamente defendidos, de manera ágil, sencilla, oportuna, "gratuita" o, más bien, pre-pagada, a través de los impuestos. El resto es demagogia o pérdida de tiempo académico o pedagógico.

Mientras no cambie el Estado, lo más lógico sería pensar que no tiene caso cambiar de ciudadanía. Pero, ¿cómo hacemos para que cambie el Estado y el modo de actuar de los gobiernos sucesivos encarnados en sus funcionarios, funcionaritos y funcionariotes, si no cambiamos nosotros, ciudadanitos? Ese es el dilema.

Aunque este problema se parece mucho al irresoluble problema del huevo y la gallina, he preferido usar la metáfora del cáncer, que en realidad alude a todo el sistema político mexicano y al 99.9% de sus actores, para señalar que la metástasis lleva mucho tiempo de propagación y que sabemos muy bien que frente a un cáncer avanzado, es difícil decidirse entre la enfermedad y la cura, porque ambas matan.

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