31 de marzo de 2011

LA SARTÉN POR EL MANGO

SER GORDO NO ES CHISTOSO


Por: Verónica Carrillo Curi


El sobrepeso está rodeado de varios mitos. Uno de ellos se da en la cultura tradicional, las abuelitas siguen con la idea de que mientras más se coma más fuerte se es, sin considerar los valores nutricionales de los alimentos y la sedentaria vida moderna. Otro es que el Estado (el aparato que nos gobierna) no debe meterse en lo que cada uno de nosotros decide comer o no. ¿El Estado debe decirnos qué comer? La respuesta es ¡sí! ¿Por qué? Porque en el tipo de sociedad que estamos viviendo, el servicio de Salud Pública lo pagamos nosotros, los ciudadanos.

La gordura de las personas no es graciosa, es la causante de que se viva 20 años menos. La obesidad es causante de diabetes, enfermedades cardiovasculares, hipertensión, incremento de colesterol, desnutrición y anemia, cánceres de mama, esófago y riñón. El incremento descontrolado de peso, además de incomodar la relación social, se convierte en el origen de infinidad de afecciones. Y por consiguiente, obliga a las instituciones de salud a invertir cerca de 20 mil millones de pesos al año para atender los problemas de salud derivados de la  equivocada decisión personal de cómo alimentarse.

Un individuo y su familia pueden comer lo que quieran, siempre y cuando ellos paguen para curarse de las enfermedades asociadas al sobrepeso. Si estas personas cuentan con un seguro privado, que les cobra una prima especial por tener sobrepeso, ahí el Estado no puede ni debe meterse en sus hábitos alimenticios.

La historia es diferente cuando alguien engorda y la sociedad tiene que asumir los costos de curar las enfermedades a consecuencia del sobrepeso. No se vale que la colectividad pague la cuenta de la decisión individual de comer como si se estuviera en engorda. En México la mayoría de las familias con sobrepeso asisten a los sistemas públicos de salud a atenderse. El contribuyente es el que paga por la irresponsabilidad de su pésima dieta.

El asunto es particularmente alarmante con los niños. Conforme crezcan con sobrepeso, el sistema de salud pública va a quebrar. No se podrá financiar a tantos pacientes con enfermedades que son muy caras de curar. Por lo que, para proteger el interés de los contribuyentes, el gobierno debe lanzar un paquete de políticas públicas para que los mexicanos cuidemos la dieta.

Lo más lógico es concientizar a la población de los peligros del sobrepeso.

Lo primero que hay que hacer implica reformas a la Ley para prohibir la venta de refrescos endulzados y comida chatarra en las escuelas. Y parecía que por ahí se iba: a comienzos del año 2010 la SEP anunció la prohibición de vender comida chatarra en las escuelas. Sin embargo, en cuanto iniciaron las actividades escolares, la misma SEP avisó que echaba atrás la medida, suavizó las normas y permaneció la “cocacolización” del país…

Lo segundo es establecer un impuesto especial a estos productos, que se oriente a financiar la curación de enfermedades asociadas a la gordura.

Si no, seguiremos viendo cómo los niños se inflan, los negocios de las papas se incrementan y la mortalidad infantil y de los adultos se va para arriba.

Los Secretarios de Salud y Educación, José Ángel Córdoba y Alonso Lujambio se someten a los intereses de los grupos de poder fabricantes de cocacola, papas fritas, pastelillos de todo tipo, jugos, harinas disfrazadas y dulces en mil presentaciones...

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