7 de diciembre de 2009

Ciudad Ajena

Heme aquí, en esta banca del parque, con toda mi humanidad de frente a la calle Enríquez, viendo pasar personas...jóvenes y hermosas personas. Esperando finalmente el saludo de alguien que me reconozca pero, los más se han ido, y los menos se refugian en sus cómodas casas con sus cómodas familias.
Aquí estoy, en esta ciudad ajena, con el sereno en la espalda, mirando al vacío, pensando en el Pepe que está en el hospital presa de un infarto, ¡mi generación, coño!...La ciudad, al igual que yo, está cargada de soledad, de una dulce soledad juvenil que no coincide con este cuarentón.
Para colmo, la Lizbetha se ha ido, haciendo un agujero más en la ciudad, una referencia menos, un menos por qué volver.
No cabe duda que estoy triste, sintiendo la pérdida de las cosas que he amado en esta ciudad que se renueva sin misericordia.
Paro un taxi... Mejor huyo a la Tasca, buscando el refugio obligado a mi generación. Es miércoles, y el taxista me indica que abren de jueves en adelante.
Se equivocó, ¡que bien!
Bajo, pago y entro. Está vacío. Son las 10 pm. y alguien del conjunto me indica que comienzan a tocar a las 10:30 pm.
Pasan minutos que parecen horas, el lugar se llena ¡horror! de jóvenes púberes, pero ya no importa, el clericot ha hecho su trabajo.
En el tablado, el grupo toca “Pequeña serenata diurna” de Silvio, ya no opongo resistencia.
En este momento, puedo digerir a Galeano con sus días y noches, el infarto del Pepe y a Hacienda que hoy me clavó los dientes.

16/01/01
Sergio Madrigal

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