19 de noviembre de 2008

Froilán Alcántara Olmos, Zapatero


Por: Beatriz Mora


Don Froilán dedicó 40 años de su vida a fabricar y componer calzado. Trabajó en Xalapa, Naolinco y Teocelo. Aquí su testimonio.

“Me fui de Teocelo a los 16 años, porque me dedicaba al campo y en ese momento el café no valía, trabajé en él de los 10 a los 16 años. Nos fuimos a Xalapa, y encontré trabajo con unos señores de aquí de Teocelo, doña Josefina Xilot y don Antonio Hernández. Me dieron trabajo en los baños, de fogonero, de limpia baños y limpiando las calderas, en Jalitic; ahí estuve 3 años y medio, pero me fastidié porque aunque el sueldo era bueno, los días se me hacían muy largos por estar en la juventud, entraba a las 5 de la mañana y salía hasta las 12 de la noche, descansaba 1 día cada 15 días. Me fui con mi hermano, Alfonso Alcántara, conocido como Canovas, a aprender el oficio de zapatero, con unos chilangos, en la calle de Pípila, ahí aprendí a hacer el guarache. Su hermano, hasta hace poco trabajó como zapatero, antes tenía su local en el mercado viejito de Teocelo.

Después, me fui a trabajar con una señora, haciendo guaraches. Para fabricarlos, hacemos los moldes para sacar la plantilla y se le empiezan a abrir hendiduras para meter las tiritas, luego se le pone la suela, y se lleva a cocer a la máquina, una vez cocido se le pone el tacón. Éste era el clásico guarache que usaba la gente pobre, era de piel y costaba 3 ó 4 pesos, les duraba mucho. Había mucho trabajo de ese guarachito, se llevaba a vender a Tezuitán, Tlapacoyan, Martínez de la Torre, Misantla y Perote. Después, la patrona se compró una máquina sticher, y se trajo un maquinista de Tezuitlán, el cual me enseñó a trabajarla, a desarmarla, ajustarla, arreglarla y limpiarla. Le agradezco mucho. Luego, llegó otro señor a trabajar de acabador del calzado, era el que los pulía en la máquina; la maquina tiene lija gruesa y delgada, rodillos para encerar y cepillos, para sacar un zapato vistoso. Después de este proceso, el zapatero le quita la horma y lo remacha bien, y se lo pasa a las adornadoras, que lo limpian y lo meten a su caja.

El de la zapatería es un oficio donde se cobraba muy barato, se hacían remiendos desde 2 pesos; la tapita costaba 1 peso, 8 pesos una suela corrida, cambiar unos tacones costaba 5 pesos, y el par de zapatos se vendía en 40 pesos. Los instrumentos que se utilizaban para componer el calzado era la plantilla, el martillo, las tenazas y las chavetas.

El trabajo siempre fue constante y sin horarios, nunca llegué molesto a la casa porque tuviera mucho trabajo, llegaba agradecido, pues me permitió sacar a mis hijos adelante y hacerme mi casita. Le enseñé el oficio a mi hijo, mientras estudiaba, porque donde quiera se necesita un zapatero.

Ser zapatero fue mi vida. Ahora los zapateros ya no fabrican los zapatos, sólo los remiendan”.

Aunque don Froilán perdió la vista desde hace más de 10 años, sigue trabajando en su negocio del café. Lo despulpa, lo seca, lo tuesta y lo mortea. También nos comenta que escucha todo el día Radio Teocelo, y le gusta mucho, entre otras cosas porque con la música recuerda viejos tiempos y porque a través de ésta sus amigos de Naolinco, lugar donde trabajó mucho tiempo, le mandan saludos.

Agradecemos y reconocemos a don Froilán como un personaje popular y como un luchador de vida.

No hay comentarios: