16 de mayo de 2008

El Fango Rojo

Fidel Herrera y Carlo Manuel Mouriño. La tarde de la derrota. Foto: Revista Proceso


Por: Regina Martínez/Raúl Ochoa
Xalapa, Ver. El descenso del equipo de fútbol tiburones rojos de Veracruz significa no solo una pérdida de cientos de millones de pesos para el erario estatal, sino un descalabro político para el gobernador Fidel Herrera Beltrán, quien se dice aspirante para la presidencia de la república.

El pasado 25 de abril, Veracruz cayó 4 a 2 ante pumas, lo que ocasionó su salida de la máxima categoría de fútbol nacional. Enardecida, la afición descubrió en el palco principal a Herrera –quien estaba acompañado por Carlos Manuel Mouriño, padre del secretario de gobernación y dueño del club español Celta de Vigo- y le dirigió gritos y mentadas de madre responsabilizándolo de la debacle. Los reproches terminaron en alboroto y la policía fue insuficiente para contenerlo. Un agente de seguridad fue golpeado en la cabeza por una tambora arrojada desde las gradas por la porra veracruzana.

Ante este escenario, el gobernador y Mouriño optaron por permanecer en el palco de honor hasta que el inmueble se vació. Herrera Beltrán ordenó a su cuerpo de seguridad: “¡Déjenlos que se desfoguen! ¡no vayan a lastimar a nadie! Están enojados y tienen razón”.

En su afán por mantener al Veracruz en primera división, Herrera –al igual que su antecesor Miguel Alemán Velasco- inyectó al club cientos de millones de pesos de la hacienda pública. De acuerdo con cálculos de la Federación Mexicana de Fútbol (FMF), el costo de una franquicia de primera división oscila entre diez y quince millones de dólares. Legisladores locales consultados por este semanario estiman que antes del descenso el equipo valía casi 30 millones de dólares, ahora irrecuperables.

Además, el gobierno estatal no ha ejercido sus facultades para reintegrar a las arcas públicas los mil 300 millones de pesos con los que el empresario taurino Rafael Herrerías Olea defraudó al club deportivo.

A partir de las denuncias interpuestas por el congreso local, por medio del Órgano de Fiscalización Superior (Orfis), en septiembre de 2005 la Sala Regional Zona Centro del Tribunal de lo Contencioso Administrativo sentenció a Herrerías Olea, al ex secretario de Finanzas y Planeación Juan Amieva Huerta y al ex director del Instituto Veracruzano del Deporte Carlos Sosa Lagunas, entre otros, a pagar una indemnización por 685 millones 77 mil pesos, más una multa por igual cantidad; es decir, un total de mil 370 millones 154 mil pesos.

El ex presidente de la comisión de vigilancia del Congreso, Miguel Ángel Yunes Márquez, asegura que el gobierno de Herrera cuenta con los elementos jurídicos para que esos recursos regresen a las arcas del estado. Y añade que aunque la resolución judicial fue comunicada el 9 de octubre de 2005 por el auditor general del Orfis, Mauricio Audirac Murillo, al entonces titular de la Sefiplan, Rafael Murillo Pérez, el gobierno de Herrera nunca inició el procedimiento para recuperar ese dinero. Para concluir, Yunes, quien ahora es el alcalde de Boca del Río, sostiene que el gobierno estatal actúa como si fuera defensor de Rafael Herrerías y sus socios.

Dinero que salvar
El gobernador asegura que no tiene responsabilidad en el descenso de los Tiburones Rojos. En una entrevista colectiva el pasado 26 de abril busca anticiparse a las críticas y dice que el equipo no se formó durante su administración. Acepta que un gobierno no tiene nada que hacer al frente de equipos deportivos profesionales, pero precisa: cuando no hay quien se haga cargo de ellos “debe hacerlo, pues se trata del entretenimiento y de un poderoso atractivo de inversiones y de turismo”.

Pese a que la franquicia del Veracruz, por el simple hecho de caer a la división A se devaluó en más de 80%, el mandatario estatal dice sentirse alentado, porque asegura que ha recibido “llamadas de muy importantes empresas interesadas en el equipo”.

Sobre la presencia de Carlos Mouriño en el palco principal, Herrera argumenta: “es un amigo que vino a solidarizarse en un momento difícil”. Después cambia de tema y dice: “de las grandes desgracias vienen grandes oportunidades y yo creo que es la oportunidad para reconstruir un equipo que nos dé pertenencia, orgullo, emoción y responda a la afición”.

Plantea que los inversionistas no querían invertir en el equipo “por todo lo que arrastraba del pasado” y anuncia que el gobierno seguirá adelante con el club. “Ahora –afirma- es nuestro turno, ahora vamos a hacer la propuesta deportiva exitosa, de pertenencia, de arraigo, la marca veracruzana en el fútbol profesional nacional”.

Y como si estuviera en campaña promete: “ahora voy a hacer lo que tenga que hacer para que haya un equipo que represente, con coraje, entereza y valor a los veracruzanos”, porque reconoce que la actual escuadra no se puede desmantelar “porque hay mucho dinero que tenemos que salvar”.

El gobernador se niega a hablar acerca del futuro del equipo “porque tendría que dar toda una conferencia. Lo que digo es que es un gran patrimonio y esto cierra una etapa muy oscura. Esos tiburones no eran los que yo quería tener, ahora vienen los que vamos a tener, pero vamos haciendo las cosas bien”.

De diciembre de 2004 a enero de 2006, el gobierno del estado no pudo aportar dinero para el mantenimiento de la escuadra debido a reformas a la ley del deporte estatal impulsadas por un Congreso en el que el PRI era minoría. Durante ese periodo el equipo funcionó a través de la venta de propaganda, de la taquilla y de “otras modalidades” de financiamiento.

Sin embargo, en 2006, cuando el PRI ya controlaba el Poder Legislativo, las cosas cambiaron. El 24 de mayo de ese año, en pleno proceso electoral federal, el Congreso aprobó la reforma a la ley para permitir al gobierno estatal destinar 1% del presupuesto de egresos al deporte profesional.

Así, pudo disponer de 47 millones de pesos del erario para “apoyar” a equipos profesionales, 30 de los cuales fueron para los Tiburones Rojos. Para 2007 el gobierno estatal consiguió que los diputados aprobaran otros 37 millones 950 mil pesos para los Tiburones Rojos. Y no solo eso, aprobaron la entrega del equipo en comodato al denominado patronato del sistema de fútbol para Veracruz, presidido por Eduardo Cesserman.
Esta asociación civil, “integrada por destacados veracruzanos” y de la que Herrera Beltrán es presidente honorario, quedó facultado para operar los equipos de fútbol Tiburones Rojos de Veracruz, Tiburones Rojos de Coatzacoalcos y Veracruz sporting club.

También quedó bajo su control el nombre, la marca comercial y franquicia de los equipos de fútbol soccer, propiedad del Estado, así como los derechos federativos sobre las cartas de los jugadores, los demás bienes que conforman los activos, y los derechos de uso del estadio Luis “Pirata” Fuente.

Como se encuentra pendiente la auditoria a los recursos públicos de 2007, se ignora, entre otras cosas, de dónde salieron los fondos para pagar la millonaria nómina del equipo.

Puro fracasado
Además de lanzarle una rechifla e insultos al gobernador, la afición pidió la renuncia del administrador del equipo, Alberto De la Torre, ex presidente de la FMF y propietario de la cuestionada empresa profesionales de fútbol Profut que en el periodo anterior tampoco pudo evitar el descenso de los dorados de Culiacán.

El fracaso se ha convertido en algo usual en el equipo. En su nómina hay seis jugadores que ya sabían lo que era descender, cuatro de ellos extranjeros: Franco Pepino y Andrés Ríos, en el club Atlético Belgrano de Córdoba; Salustino Candia, en el Olimpo de Paraguay, y Claudio Grafo, en el Sakaryaspor, de Turquía; y los mexicanos Luis Ángel García, proveniente del desaparecido Querétaro, y Francisco Bravo, quien hace cuatro años descendió con Colibríes. Además, hay otro más que libró un par de veces el descenso, el argentino Ariel González, con San Luis y Pumas.

Es muy difícil que haya consistencia en un equipo cuando en los últimos tres años han desfilado por éste un total de 89 jugadores, cinco presidentes y 15 entrenadores.

“El grave problema de esto ha sido la falta de planeación”, admite el contador público Carlos Reyes Simón, presidente del patronato del club.

“Todo esto fue producto de errores, errores y errores. Todos de una forma u otra tenemos que ver en este desastre. Todos, lamentablemente, cooperamos para ello”, agrega, aunque advierte: “Hay que establecer perfectamente la función de cada quien”.

Comenta que por medio del patronato del gobierno del estado le entregó este año a Profut, encabezado por Alberto De la Torre, toda la parte deportiva y, al principio, la administrativa del equipo. “Ellos son los que llegan con la promesa de hacer dos torneos de 5 puntos y salvar el equipo. Con la experiencia que, se supone, tiene el señor, se le dio la concesión por un año, y lamentablemente para todos, incluso para ellos, las cosas no salieron bien, de tal forma que ya estamos en la Primera A”.

Reyes, quien desde el pasado 29 de abril retomó la presidencia del club Veracruz al consumarse la salida del grupo de Alberto De la Torre, deja en claro que cuando el equipo pasó a ser encabezado por el ex dirigente de la FMF “se le entregó en una posición donde Puebla, como equipo de ascenso, estaba por debajo de nosotros, lo mismo que Tigres, que se fueron”. Añade que durante su gestión, De la Torre contó con 120 millones de pesos anuales.


-¿El descenso tiene responsabilidades compartidas?- se le pregunta.
-Sin duda, desde el sexenio pasado que entregan un equipo en problemas, y los jugadores no son nuestros. ¿Por qué?, no lo sé. Eso le tocará a alguien juzgarlo. Y después el equipo empezó muy débil, con muchos jugadores de Primera A y con un entrenador de Primera A. Ahí comienza todo esto, y se trata de superarlo, pero te vas hundiendo. Fue como el fango, del que cada día es más difícil salir.
-¿Cómo quedó la situación de Profut y de De la Torre?
-El proyecto que traían no se cumplió; ahí están los resultados, y difícilmente se le renovará el contrato, que vence el 30 de mayo.
-¿Cuántos contratos publicitarios logró De la Torre para el Veracruz?
-Nadamás Alma, la línea aérea y Doritos, porque los otros ya los tenía yo armados. Por ejemplo, la cervecería renovó. Ahorita se venció televisión, y no nos han hablado; no sé por qué será –ironiza-, pero hace tres meses TV Azteca estaba muy interesada en renovar. Nos daba 2 millones de dólares.

Alma es la línea aérea con sede en Guadalajara, donde radica De la Torre, quien ha resultado el más beneficiado del convenio, por sus constantes viajes de Guadalajara a Veracruz.

Al mismo De la Torre el gobierno le pagó la renta de un exclusivo condominio de Los Arrecifes, en Boca del Río.
-¿Cómo se le paga al grupo de Alberto De la Torre?
-Venían por un contrato en el que había premios, obviamente por no descender, por recalificación y un pago mensual, y con eso pagaba a algunas personas y otras las pagaba el club. El salario no era tan alto como el de un jugador. Alberto venía por todas las canicas: entrar a una liguilla en los dos torneos tenía un premio; no se llevó ninguno y el permanecer iba a tener otro premio. Tampoco se lo llevó. De la Torre manejó un presupuesto de 120 millones de pesos anuales, de los cuales 31 aportó el gobierno.

Las consultas del gobernador
Fidel Herrera tenía por costumbre consultar con los reporteros de La Fuente sobre el equipo de fútbol. En mayo de 2007 pidió opiniones sobre la virtual llegada de Alberto De la Torre. El consenso fue general: el contador público Carlos Reyes Simón debería continuar al frente del equipo. Pero por primera vez Herrera desoyó los consejos.

Hasta el entrenador Eduardo Rergis advirtió: “Alberto De la Torre es el directivo más nefasto que puede llegar al Veracruz”. Pero ahora, tras el cuarto descenso del Veracruz, el ex defensa se rehúsa al comentario: “Tengo muy clarita la imagen, y lo dije en su momento y lo sigo ubicando en el renglón que siempre lo he tenido. Pero a mí no me gusta patear en el suelo a la gente”.

En esta historia “no hay un culpable. ¿A quién le echas la culpa?, es una lista interminable”, expone Antonio De la Fuente, hijo del mítico jugador Luis “Pirata” Fuente, quien llevó al Veracruz a sus dos únicos títulos en su historia en las temporadas 1945-46 y 1949-50, glorias que no han vuelto más al puerto.

Por lo pronto, la plantilla de jugadores del Veracruz no puede romper filas, al menos hasta el 30 de mayo, porque abrigan remotas esperanzas de disputar una promoción con el Monarca de la división de ascenso.

Ello dependerá de su filial en la primera A, Coatzacoalcos, uno de los tres planteles sin certificación, es decir sin posibilidad de aspirar a un sitio en la primera división. Este equipo, que disputa en la actualidad la liguilla de esta categoría, necesita ganar para que Veracruz pueda contender por la plaza frente a León por tratarse del equipo que más puntos acumuló en el actual torneo.
(Tomado de la revista Proceso No.1644)

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