5 de abril de 2008

Hervidero de Fe en Veracruz

Por: Rodrigo Soberanes
“Si tu ahorita saliendo de aquí te pones a gritar en la calle ´Jesucristo ha encarnado en mí, Dios ha encarnado en mí, yo les anuncio una buena noticia`, no va a faltar un grupito que te siga. Sobre todo las personas fanáticas y sin preparación”, dice Javier Fontaine Velásquez, sacerdote delegado a la Iglesia de Guadalupe, de Coatepec. El reconoce que la Iglesia Católica ha dejado de evangelizar lo suficiente, lo cual es uno de los motivos para el auge de asociaciones religiosas que se vive en Veracruz.

Razones hay varias, una es la que mencionamos, que los ministros católicos no van a donde hay personas que necesitan encauzar su fe en algún credo. En este punto coincide el antropólogo e investigador de Centro de Investigaciones y Estudios Superiores (CIESAS), Mariano Báez, quien asegura que además de atravesar por una “terrible crisis de moral” y verse envuelta en casos de pederastia, lavado de dinero y corrupción, los ministros católicos suelen distanciarse de los feligreses, es decir, siempre los miran desde el púlpito.

La Secretaría de Gobernación (Segob), a través de la Dirección General de Asociaciones Religiosas, tiene registradas 273 instituciones y en diciembre próximo se otorgarán nuevos registros, según adelantó el director de esta dependencia, Luis Carbonell Landa. Se trata de organizaciones que notificaron a la Segob de su existencia desde hace cinco años (como lo marca la Ley).

Así, del 2002 a la fecha, podrían haber surgido Artículo 8 de la Ley de Asociaciones Religiosas) a través de pruebas “testimoniales documentales” que den fe de que esta doctrina se ha practicado ininterrumpidamente. Eso sí, no más agrupaciones que quedarán constituidas legalmente cuando les llegue su hora, siempre y cuando comprueben su “notorio arraigo en la población” (se admiten actividades relacionadas con el “estudio y experimentación de fenómenos psíquicos o parapsicológicos, o la práctica del esoterismo”.

Esos son los requisitos formales que necesitan para que la autoridad terrenal les de reconocimiento, pero antes de eso hay que lograr el “notorio arraigo” entre la población. Ese es un trabajo que, a diferencia de la Católica, las iglesias nuevas han sabido hacer magistralmente. Mariano Báez explica que hay “nuevos males” enquistados entre la población que el Estado es “mortalmente incapaz de atender”, como la drogadicción, la desesperanza, la miseria, etc., en resumen, el “drama social”.

Ahí es donde las estrategias de las iglesias han funcionado. Hablando en términos comunes, han logrado esquemas viables, parecidos a los 12 Pasos de Alcohólicos Anónimos (AA) y además, mas baratos, sin tener que gastar tanto dinero en procesiones, en fiestas de las iglesias y en diezmos. “La Iglesia Católica se ha desprendido del público”, dice el antropólogo. Los sacerdotes están como los maestros tradicionales, enfrente y en un nivel más alto con respecto a las personas que los escuchan.

El padre Fontaine reconoce que ya pasaron los tiempos de la Iglesia que llegaba a lugares donde realmente hay necesidad de esperanza y fe. “Podría yo decir que no se ha evangelizado suficientemente, ¿por qué? a veces podría ser por irresponsabilidad o pereza (éste es un pecado capital) de los evangelizadores, no digo solo de los sacerdotes, los miembros de la iglesia a veces no hemos sabido ser generosos, empeñosos, como los grandes misioneros”.

De hecho, Veracruz nunca fue un lugar atractivo para los católicos, ya que los primeros evangelizadores, los españoles, solo utilizaban a Veracruz para desembarcar y después trasladarse a lugares más cómodos. Dejaban de lado lugares “inhóspitos” como Veracruz y Tabasco y se dirigían al altiplano. “En lugares de tierra caliente, es muy difícil que se cultive la dimensión espiritual”, dice el sacerdote.

Entonces, el escenario en Veracruz es propicio para los nuevos cultos, que utilizan el “sistema de red” tan arraigado en productos comerciales de belleza y de nutrición. Además, hacen lo que el Estado no ha podido hacer en 100 años de políticas públicas, entrar a cada rincón de las zonas más pobres y ofrecer su “producto” de la manera en que el “cliente” lo necesita: hablando en lenguas indígenas, por ejemplo.

Las nuevas iglesias –explica Mariano Báez- “son empresas de la fe y la esperanza”, los pastores que son hábiles saben que los milagros sobran y ofrecen “la posibilidad de acercarse a lo divino. Las iglesias sí trabajan sobre los problemas del día a día”. Y siempre con el mejor capital de todos: Dios.

Y aparte de llenar vacíos espirituales entre las personas, ¿deberían servir para algo más todas esas iglesias?, “en un país como México, se podrían generar legislaciones para que tuvieran compromisos”, afirma Báez. Y Sugiere que los pastores pidan “civilidad” a sus fieles y que utilicen su poder de convocatoria para contribuir de manera tangible en problemas sociales.

(21 de diciembre de 2007)

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