1 de julio de 2011

HABLANDO DE MUJERES


PAULA EVANGELINA VÉLEZ RUIZ.
UNA MIRADA A 100 AÑOS DE SU VIDA.


Por: Beatriz Mora

“Me llamo Paula Evangelina Vélez Ruiz, tengo 100 años de edad. Nací el 28 de abril de 1911. Me bautizaron el día de San Pedro. Nací en Teocelo. Vivía en la calle de Oaxaca. Mi papá fue Atilano Vélez, y mi mamá, Mercedes Ruiz. Se dedicaban a trabajar en el campo.


Tuve cinco hermanos pero ya murieron. Miguel, Beto, Concepción, Juanita y Evangelina. Luego de que murió mi hermana nací yo, por eso me pusieron Evangelina también.

Fui unos cuantos días a la escuela pero no me gustó. Nomás aprendí ahí tantito, así a la voluntad de Dios, me ponía yo a hacer letras, escribir lo que decía el libro, y las cuentas también. Había un librito así chiquito que le decían silabario, y ahí tenia letras y cuentas, entonces yo me iba a la iglesia y no a la escuela, con una señora que me acompañaba que se llamaba Angelita, era una viejita que iba a rezar. Le decía que no iba a la escuela porque ellos pegaban, le jalaban a una las greñas y las orejas, hasta quererlas reventar. Y así me iba a la iglesia con todos mis libros y cuando salían los niños de la escuela yo corría para mi casa. Pero un día, la maestra, como ya tenía tiempo que no iba a la escuela, mandó a avisarles a mis papás y me regañaron.
De niña ayudaba en lo que podía a mi mamá, en la cocina y en la casa. Me gustaba ver cuando El Piojito llegaba a Teocelo, en la calle de El Pino. Llegaba por Santa Rosa. Traía carga y Generales arriba del tren.

Además, me tocó la época de la Revolución. Me acuerdo que teníamos mucho miedo cuando decían que ya iban a llegar los malos. Todos nos andábamos escondiendo. Bueno, me escondían porque yo jalaba con mis padres. También escondían sus cosas y dinero porque llegaban y se jalaban todo lo que podían. En muchas partes enterraron dinero, por eso lo encontraban años después.

Después crecí y empecé a trabajar en las casas, me buscaron para cuidar criaturas. Me casé cuando tenía como 14 años. Mi esposo iba a Teocelo con una señora que llegaba de Xalapa a vender ropa, él era de Llano Grande, de Canta Ranas, de allá era su familia. Llegaron a Teocelo a una casa que compraron por Abasolo, y él cada 8 días ponía puesto y le ayudaba a vender, ahí lo conocí. Se llamaba Lino Andrade Morales. Estuvimos en Teocelo un rato y después nos vinimos para San Marcos porque vino a trabajar aquí.
Él tomaba mucho y un día que se juntaron con una palomilla de muchachos, se fueron a apuntar a Xalapa para el servicio militar. Se apuntaron seis de aquí (San Marcos) y seis de Coatepec, que se juntaban para la parranda como dicen ellos.

Después se arrepintió y ya no quería ir, pero tenía que cumplir o lo castigaban. Nos fuimos en 1940, estuvimos por Poza Rica, en Palma Sola y allá donde dicen que es el cerro, para que cumpliera en el ejército, pero él tomaba mucho y cuando llegaba borracho, se acostaba y se dormía, y yo tenía que hacer su trabajo y andar cuidando los pozos de petróleos. Me ponía la mochila, me vestía y me colgaba el arma. Cuando sus jefes del ejército preguntaban por qué iba yo, les decía que estaba un poco enfermo. Fue mala vida… Pero un 10 de mayo yo le dije: “sabes, ya va a ser 10 de mayo, no sé de mi mamá, si estará bien. Si quieres quedarte quédate, pero yo me voy”, entonces decidió que él también se venía. Dejamos todo arreglado muy bien, lo que le dieron, ropa y todo. Armas, mochilas y todo lo de mi cocina, todo se quedó. Aún así tres meses anduvimos escondidos.

Tuvimos cinco hijos que ya nacieron en San Marcos: José, Marcos, Ramón, Lourdes e Ignacia. Pero como él no dejaba el vicio, yo lo dejé. Llegaba muy borracho a los gritos, diciendo cosas que no debía. De eso se murió, por el aguardiente. Cuando lo dejé, yo anduve como “la gallina”, trabajando en casas y con todos mis pollitos. Antes se ganaba poquito pero alcanzaba para todo. Comíamos lo que se sembraba, lo que Dios nos socorría.

Antes todo era más tranquilo, había mucha gente que tomaba, pero el alcohol era limpio, pura caña, no como ahora. Yo se trabajar el tabaco, porque antes una señora lo sembraba para hacer los puros, ella me enseñó. Cortábamos la hoja, la componíamos y pegábamos los puros con engrudo, hacía muchos y llenaba la lona. Íbamos a entregarlos a Santa Rosa, y le pagaban a la señora la mitad de dinero y la otra mitad de aguardiente. Me gustaba andar con ella, me compraba cualquier cosa, algún retacito para algún vestidito o un delantal y cositas.

Me gusta sembrar de todo. Ahorita los alimentos ya no son sanos. Siembro erizos, calabazas, ramas de epazote, tomates, una mata de chiles, nopalitos, hasta mangos. La tierra es buena. Antes las personas ni siquiera tomaban medicinas porque se curaban con yerbitas.

También veo muy bien, no uso lentes. En las noches me pongo a coser, también le rezo a mis santitos para que me ayuden y que me acompañen. He tenido varias enfermedades y de tanto pedirles me compongo.
Tengo dos gatitas que son mis compañeritas. A veces duermen aquí conmigo. Una se llama Chaquira y la otra Paloma. Las mandé a esterilizar para que ya no tengan gatitos. Fue la mejor decisión.

Los pies no me duelen, camino. Lo único que me molesta es un poco de ardor en el brazo, pero ahí voy…. Hasta hace un mes, antes de enfermarme de la comezón me iba a Coatepec en autobús, porque me voy a vender unas plantitas, lo que Dios me da, llevo plátanos también, lo que me encargan, yo voy a 10 casas, llego y me atienden muy bien, les llevo un rollo de lima, un rollo de hojas de naranja, erizos, plátanos, me hacen la cuenta y me pagan. Con ese dinerito le traigo maíz a mis gallinas que todos son negras, también vendo sus huevitos en el parque de Coatepec. Si la vida es muy bella, nomás hay que saber vivirla”.

1 comentario:

jesus dijo...

Tan sencillo que es ser feliz y nosotros nos complicamos la vida, excelente artículo pero aún más excelente persona un buen ejemplo de vida.