22 de enero de 2015

NI REYES, NI PRINCESAS


Se va a cumplir el primer año de gobierno de las autoridades que fueron electas para el periodo 2014-2017, pero  los ciudadanos vemos más de lo mismo: simulación, corrupción e impunidad; como que hace falta ya una verdadera reforma constitucional a la célula básica del sistema, que es el Municipio.

Por lo pronto, teorías y propuestas aparte, lo que estamos viendo ahora son diversos modos de gobernar, caracterizados por la improvisación, el lucimiento personal, los negocios al amparo del poder y el cierre de año con informes presidenciales que nadie revisa y nadie cuestiona, verdaderos ejercicios para el auto-halago.

Al menos en nuestra región, ya se han gastado algunos millones de pesos en comilonas, embellecimiento o renta de salones o recintos, acarreo de familias completas de las comunidades, pago a medios y periodistas, y hasta contratación de grupos musicales, todo mañosamente calculado  para resaltar la figura del gobernante en turno.

En las oficinas gubernamentales, mal llamados “palacios municipales”, los ediles se conducen como reyes y princesas, en medio de arreglos navideños, perfumes caros, jugosos aguinaldos y ropa fina, como para marcar su distancia con el vulgo.

Una corte bufones y servidumbre dócil a la pareja presidencial, sangran las arcas municipales de manera impune, sin contrapeso de síndicos y regidores, que también se vuelven comparsa y estiran la mano para “llevar la fiesta en paz”.

Se multiplican en esta época las ceremonias de inauguración de obra  en cabecera y congregaciones, sin que nuestros servidores públicos desaprovechen la ocasión para lucirse con  grandes lonas o mamparas gigantescas, como si nos hicieran un favor o pagaran de su bolsa las obras en cuestión.

Esta fauna política nace, se reproduce y muere, dejando a sus herederos los títulos nobiliarios, sin la posibilidad de un auténtico relevo generacional o cambio verdadero en los ayuntamientos, pues además los partidos se manejan como franquicias y cualquier improvisado puede comprar una candidatura; no son ajenos a este negocio, los “chapulines” o “trapecistas” que con tal de llegar a la silla, cambian de color y emprenden intrépidas maniobras, engañando  al pueblo con  pan y circo barato.

Debería ser propósito de Año Nuevo, que los ciudadanos empecemos a cambiar a México pero desde abajo, sin esperar que la orden venga del centro de la república o que falsos redentores o caudillos quieran resolver todo desde allá; para ello hace falta perder el miedo o la pena, que nos ha paralizado durante décadas como Nación, para que no nos pacen cosas tan graves como en Guerrero.

Y para abonar a la idea de que sí podemos tener gobiernos municipales eficientes, transparentes y democráticos, también tenemos que  ponerle velocidad a la migración de la llamada democracia representativa –que se limita a ejercer el voto el día de la elección y ya-,para pasar a una auténtica democracia participativa, que nos convertiría en auténticos interlocutores de alcaldes, síndicos y regidores, con capacidad de convocatoria y organización para advertirles : como nosotros ponemos los votos y también el dinero para sus sueldos, entonces nosotros mandamos y ustedes obedecen; si no, cobran y se  van…

Ya no queremos “reyes” ni “princesas”, sino servidores públicos que se bajen el sueldo, que no roben, que gobiernen con austeridad y escuchando al pueblo, que rindan cuentas, que no se asocien a la delincuencia organizada; y que los “palacios municipales” se conviertan en verdaderas  Casas del Pueblo, donde ediles, empleados de confianza y demás servidores públicos se desempeñen con decoro y atención, sin poses ni soberbia, para que llegue el día en que en la entrada de nuestros pueblos  se escriba con  letras grandes la frase: “En este municipio el pueblo manda y el gobierno obedece”.

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