Grito de Miedo
Aunque
ya todos sabemos que la delincuencia está en nuestra propia calle,
barrio, colonia o congregación y que policías municipales podrían
estar cediendo o negociando la plaza con grupos, bandas y redes de
maleantes de distinto pelaje y capacidad para hacer daño a una
ciudadanía temerosa e indefensa, últimamente la zozobra por operativos,
balaceras, informaciones erráticas y contradictorias de medios impresos y
electrónicos, han colapsado la vida familiar y comunitaria, donde el
morbo y el rumor, auxiliados por el fenómeno del “teléfono descompuesto”
y el uso inadecuado del Internet y las llamadas redes sociales, llenan
el vacío de información gubernamental.
En cosa de un
mes, cuatro sucesos alertaron y sobresaltaron a ciudadanos, policías y
autoridades municipales, sin que hasta el momento se pueda determinar
qué parte de la información divulgada en los ámbitos familiar,
comunitario, laboral, mediático, policiaco o gubernamental, tuvo un
origen fidedigno, real, verdadero y qué parte de la misma pudo haber
sido inventada desde la comodidad del anonimato, bajo los argumentos de
“es que oí, me dijeron, supe…”, o “no me consta, pero un amigo me
mandó un correo en el que…” o simplemente “ lo leí en Internet”
Primero
fue una supuesta balacera en céntricas calles de Coatepec, luego una
amenaza por supuesta bomba en escuela de Ixhuacán, y en los días
previos al 15 y 16 de septiembre el operativo policiaco en Teocelo que
se magnificó tanto que obligó al cierre total de comercios en horas
inusuales; por último, el martes 13, la psicosis colectiva desatada en
Xico, por mensajes de alarma soltados extrañamente la tarde-noche del
día anterior, cuando se tenía programada la magna ceremonia de Pueblo
Mágico.
Si bien los estragos del llamado teléfono
descompuesto (fenómeno de la comunicación en el que cada uno nosotros
le pone de su cosecha a un suceso real y simple, pero que se va
reproduciendo de forma distorsionada, de persona a persona, hasta
terminar en algo completamente diferente y con otro sentido) se
dejaron sentir en esos municipios de forma inédita, hubo dos
situaciones más que contaminaron o complicaron cada suceso: el uso
inadecuado y tal vez hasta perverso de las distintas formas del Internet
(utilizadas con fines de presión política e incluso delincuencial, por
la facilidad e impunidad con que se pueden utilizar desde el anonimato) y
la carencia total de personas, estrategias y políticas de comunicación
social desde los gobiernos municipales, para hacer frente a estos
fenómenos con rapidez y eficiencia que propicien paz y tranquilidad en
la ciudadanía.
Algunos alcaldes reaccionaron a tiempo y
detuvieron la espiral de versiones que alarmaron, asustaron e incluso
enfermaron a personas propensas a sobresaltos, cuando las perversas
versiones aludían a niños-escuelas en horas de escuela. Miedo, pánico,
zozobra, hicieron un coctel explosivo que estalló en psicosis colectiva,
dentro y fuera de nuestras poblaciones. Incluso el portal de la
revista Proceso refirió los sucesos de Xico.
Los
operativos de corporaciones policiacas estatales y federales van a
seguir en estos municipios y eso no debe alarmarnos ni molestarnos, si
policías, marinos y soldados actúan con inteligencia, respetando las
garantías constitucionales y sin poner en riesgos a población civil,
esperando que las pesquisas –que no se pueden boletinar- generan pánico
entre los delincuentes y no en la ciudadanía.
Desde
que la Secretaría de Marina trasladó a Veracruz su principal centro
antinarco, hace cuatro semanas, ubicó en distintas plazas unos 2000
elementos de infantería y fuerzas especiales, con el propósito de
realizar operaciones de alto impacto contra los Zetas (ahijados del Tio
Fide), por lo que en lugares como Dos Rios, Emiliano Zapata; el acceso a
Pacho Viejo, sobre la carretera Xalapa-Coatepec; Banderilla, El
Castillo, Coapexpan y La Martinica empezaron a operar retenes o puntos
de revisión, mediante los cuales se pretende inhibir a delincuentes y
Zetas.
Por su parte, la Secretaría de la Defensa
Nacional dice haber asegurado este año a 63 secuestradores y alrededor
de 500 personas vinculadas a organizaciones criminales, sin que esto
signifique ausencia de error y horror en sus operativos, como el de
manera conjunta realizó con la Secretaría de Seguridad Pública muy cerca
de El Lencero, el viernes 17 de junio, donde Joaquín Figueroa Vásquez,
Tito Landa Argüelles y Raúl Teacal, resultaron muertos al ser
confundidos con sicarios (caso no esclarecido por la Procuraduría
General de Justicia de Veracruz ni la Procuraduría General de la
República).
Si como ciudadanos sabemos que el salario
de miles y miles de efectivos de la Marina, Ejército y PFP no lo paga el
presidente Calderón y menos el gobernador Duarte, en consecuencia
tenemos que fiscalizarlos, vigilarlos, monitorearlos y evaluarlos, para
sean eficientes, para que no se corrompan y para que desquiten todos los
beneficios que diputados y senadores les han concedido, a veces sin
merecerlo. Que recuerden que no son los soldados o los marinos del
Presidente, sino del Pueblo que les paga.
Lo mismo
aplica para policías estatales y municipales, de las que se presumen
muchos vicios y limitaciones, sin generalizar, y cuyo desempeño nos
parece insuficiente. Los prejuicios sobre estas corporaciones (o las
pruebas en su contra), el hermetismo con que las mismas corporaciones se
manejan y la ausencia de ciudadanos fiscalizadores de este sector, han
abonado a una descomposición y descrédito de todo tipo de uniformado,
propiciando que se forman verdaderas mafias de funcionarios, polis,
ministeriales, judas, avis, jueces y delincuentes de todo tipo.
Por
ello, los ciudadanos no podemos dejarle la cancha libre, “la plaza”, a
esta fauna nociva a la sociedad. Debemos hacer contraloría, pedirles
cuentas, exigir transparencia, romper los mitos de la secrecía con que
debe manejarse muchas de las informaciones, pues con el cuento de que
hay información reservada o confidencial, ellos se la quedan para
lucrar, negociar y controlar los “negocios compartidos”
Así que,
no se trata de acostumbrarnos a los operativos ni a dejarnos llevar por
falsas alarmas, al punto de doblegarnos o de enfermarnos con el cómodo
argumento de que nada se puede hacer, pues el gobierno hace lo que
quiere y los delincuentes son muy peligrosos…Mejor recuperemos la
autoestima y la confianza en nosotros mismos, como ciudadanía crítica y
propositiva, para recuperar el control YA¡
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