ROMPER EL SILENCIO QUE MATA
Los ciudadanos no podemos seguir ciegos, sordos y mudos ante la violencia de los delincuentes que nos espían, nos roban, nos extorsionan y amenazan y encima de todo gozan de protección e impunidad por parte de policías y gobiernos. Ya basta¡
No tenemos que leer la nota roja de los diarios estatales y nacionales para darnos cuenta que eso está pasando realmente, pues ahora los sucesos de secuestro, extorsión, robo a plena luz del día, balaceras y asesinatos se multiplican a lo largo y ancho de Veracruz e incluso en nuestras comunidades, calles, barrios y colonias del municipio donde vivimos. ¿O no?
Incluso, en su torpe estrategia los gobiernos estatal y federal matan a inocentes, que confundidos con sicarios suelen ser exhibidos como trofeo de sus erráticas persecuciones, pero porque de manera perversa les son sembradas armas, capuchas y droga, con la intención de tapar sus errores.
Familiares de esas personas no tienen los medios para defenderse, aunque sí tienen miedos para hacerlo, pues como viles delincuentes los funcionarios, policías y operadores políticos los asechan y los amenazan de muerte, si rompen el silencio. Ahí están los casos de tres trabajadores de una empresa constructora, confundidos, asesinados y presentados a los medios como delincuentes, la tarde del viernes 17 de junio, cerca de El Lencero y los empleados del IMSS que corrieron la misma suerte el domingo 24 de julio cerca de Plaza Américas.
El lenguaje de la violencia, que se expresa por medio de armas, amenazas, chantaje, terror y muerte, vulnera nuestra condición de personas y nos convierte en presa fácil de esa industria sin chimeneas que es la delincuencia asociada al narcotráfico a pequeña, mediana y gran escala.
Ese tipo de delincuencia ya creó “derecho de piso” y es hoy la responsable de que uno de nuestros familiares, amigos o vecinos ya tengan traumas o secuelas por haber sido tocados por el crimen organizado.
El problema se hace más complejo y por lo mismo más difícil de atacar, cuando a esa delincuencia organizada se le suma la delincuencia legalizada, que son los funcionares de los tres niveles de gobierno que cobran como servidores públicos y también como “halcones” que vigilan y atrapan a sus presas…
No será fácil, entonces, contener y menos acabar tan rápido con este cáncer de las sociedades contemporáneas, pero al menos podemos aprender del ejemplo edificante de los pobladores de Cherán(que se armaron de valor, palos y machetes para enfrentar a delincuentes ); de los católicos comprometidos –como el padre Solalinde y el obispo Raúl Vera-; gente como Javier Sicilia y su movimiento; y no pocos medios y periodistas honestos y comprometidos con su oficio, que aun arriesgando su propia vida, nos enseñan cómo se rompe el silencio que mata, para dar vida a los que hoy tienen miedo por el terror.
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