2 de agosto de 2011

EDITORIAL

 ELECCIONES Y DECEPCIONES

Hace un año los votos de castigo descalificaron a presidentes municipales, síndicos y regidores indolentes y rateros, principalmente priístas, creyendo que al cambiar de partido vendrían tiempos mejores.

Las personas electas tuvieron seis meses para planear y prepararse y de enero a junio de este año ya tuvieron otros seis meses para entregarnos cuentas y buenos resultados.

No se puede negar que en algunos municipios hay obra pública, atención esmerada de algunos servidores públicos y esfuerzos por estirar los recursos, pero…

A la mitad de su primer año de gobierno, los alcaldes ya mostraron cuál será su estilo personal de gobernar, sus aciertos, errores, dolores de cabeza, alianzas, aspiraciones y excesos.

Síndicos y regidores, en vez de ser contrapeso natural en las comunas, se arrodillan por su bajo perfil al alcalde o le disputan el poder pero por mañas o ambiciones personales.

Y lo que nos faltaba : empleados de confianza, como secretarios del ayuntamiento, tesoreros municipales y directores de área que, con sobrada soberbia, toman decisiones y acaparan el uso del dinero de nosotros los contribuyentes, como si alguien hubiera votado por ellos.

Todavía es muy pronto para pensar que el pueblo podría pedir la renuncia de algunos de los ediles y sus colaboradores, pero sí es tiempo de que tomen nota para que corrijan y enmienden sus errores, antes de que la gente se harte y tome palacios municipales y carreteras.

Claro que este caldo de cultivo será aprovechado por los oportunistas de siempre, en este caso aquellos que se fueron a la banca por su mal desempeño, y que con piel de oveja ya afilan uñas y dientes para promoverse en las elecciones presidenciales del 2012 y las municipales del 2013.

Los ciudadanos tenemos que aprender de este mal necesario que se llama sistema de partidos, que nos obliga siempre a votar “por el menos peor” pero que ya instalados en la silla presidencial o en sus cargos públicos nos pagan siempre con la misma moneda: promesas incumplidas, simulación, corrupción e impunidad.
Lo más lógico sería que si los ciudadanos ponemos los votos y los dineros para los sueldos de los funcionarios, al ver que partidos y candidatos perdieron toda credibilidad, lo que procede ahora son las candidaturas ciudadanas y la revocación del mandato.

No se ve, sin embargo, que en Veracruz o en todo México esto sea posible por voluntad propia de la clase política que nos gobierna –los tres poderes de la Unión, los tres niveles de gobierno, los tres principales partidos- y menos ahora que todos ellos están penetrados por el narcotráfico y la delincuencia organizada y condicionados por empresarios y televisoras.

Por ello, la elección presidencial de julio del 2012 mostrará que esa manera de hacer política ya tocó fondo y que se requieren otras formas de construir acuerdos para refundar México.

Pero como en esto no hay recetas ni manuales, ni podemos volver a confiar en nuevos partidos, líderes o caudillos, será el pueblo el que tenga que organizarse con sus propios recursos, creatividad e imaginación, para no volver a creer en los de arriba.

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