LA PARTICIPACIÓN FEMENINA EN LA REVOLUCIÓN MEXICANA
Por: Beatriz Mora
Mujeres mexicanas, sin distinción de clase, de creencias religiosas o posición económica, participaron activamente en el movimiento revolucionario de 1910. Fueron mujeres que desde la trinchera de las armas, como combatientes o activistas intelectuales, desempeñaron grandes funciones.
En la Revolución Mexicana se luchó por la tierra y en contra de las desigualdades. La historia oficial, profundamente patriarcal, ha creado una idea romántica sobre la participación de la mujeres en la Revolución Mexicana, como “soldaderas”, “adelitas”, “compañera de los Juanes” y otras parecidas, creándoles un estereotipo de mujeres abnegadas y valientes soldaderas, amantes fieles, para minimizar así su papel de luchadoras conscientes y heroicas, en un nivel igualitario con los hombres revolucionarios.
La historia oficial de la Revolución Mexicana de 1910 tiene vacíos, en ella no se cuenta ni se reconoce la importancia fundamental de las mujeres en esta lucha nacional. Por el contrario, se acentúan los mitos al presentar su papel como apoyo colateral y bajo estereotipos que menosprecian su actividad.
Es por lo anterior que se debe desmitificar su participación. Las mujeres jugaron un papel trascendental en las diversas tareas, participaron en la adquisición de armas, proveedoras de las tropas, desempeñaron importantes labores como enfermeras, telegrafistas, administradoras, mensajeras, espías, periodistas, distribuidoras de armamento y combatientes. Sin la participación de todas ellas, el proceso revolucionario no hubiera tenido posibilidades de triunfar, pues las que no salieron, sostuvieron solas la casa, el campo y la familia. Fueron guardianas de las poblaciones, de los niños y los ancianos.
Muchas de estas mujeres necesitaron masculinizarse completamente, en lo exterior y en lo interior: vestirse como hombres, y conducirse como hombre. Fueron doblemente rebeldes: rebeldes a las políticas del régimen y rebeldes a su adscripción de género, fueron indispensables para la Revolución; entregadas a las tareas tradicionales: cocinar, cuidar a los hijos, confortar a los heridos, curarlos; como en tareas más arriesgadas: intercambiar y contrabandear información, armas, abastecimientos. Ellas también defendieron sus convicciones, su vida y su libertad.
Otras soportaron pésimas condiciones de vida, miseria, desnutrición, embarazos, partos y la crianza de sus hijos e hijas bajo las peores circunstancias. Cuando sus esposos morían en combate, podían buscarse otro hombre o usar el uniforme y el arma del difunto para lanzarse al combate.
Los maderistas, villistas o zapatistas, tenían entre sus tropas mujeres combatientes, varias fueron ascendidas a coronelas y lideraban tropas masculinas. Se menciona que muchas de ellas utilizaban pseudónimos como La Coronela, La Chata, La Corredora, La Güera Carrasco, lo cual les otorgaba una identidad de igualdad y poder frente a los hombres.
Al terminar la revolución, algunas mujeres recibieron pensiones como veteranas de la Revolución Mexicana. Otras formaron organizaciones políticas que influyeron en el movimiento feminista que comenzaría en las décadas de 1920 y 1930.
La importancia de la participación de las mujeres en este proceso revolucionarios mexicanos es indiscutible, sin embargo y a pesar de los distintos papeles que desempeñó cada una de ellas, hay poca valoración y reconocimiento a su labor y a sus contribuciones en la historia de México.
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