1 de julio de 2010

EDITORIAL

OTRAS FORMAS DE HACER POLÍTICA

No es con votos como se van a solucionar los grandes problemas de Veracruz, pues está comprobado que cada tres y cada seis años elegimos a nuestros propios verdugos.
Sean alcaldes, síndicos o regidores, del partido que sea, siempre salen con lo mismo: se vuelven soberbios, roban con impunidad a manos llenas y en vez de obedecer mandan pero a lo tonto. No rinden cuentas y si los ciudadanos se descuidan los tienen de regreso por uno o dos periodos más.
Tantito peor ocurre con los diputados locales, que jamás regresan a los municipios de su distrito, a menos que sea para sacarse la foto cuando arrojan migajas a los pobres o para acompañar a los candidatos de su partido en la siguiente campaña política.
De los gobernadores, Fidel superó a todos los anteriores, pero en cinismo, corrupción, simulación e impunidad. De tramposo, pandillero, mafioso, siniestro y perverso Herrera Beltrán ya se ganó un lugar en el Salón de la Fama.
La intercepción de sus conversaciones telefónicas –antes de las elecciones del 2007, de 2009 y 2010-, revela el estilo y la personalidad de un gobernante de los mejores tiempos del autoritarismo del PRI-Gobierno. Así llevamos ya 90 años en Veracruz.
Varias son las piezas del mismo rompe-cabezas político, que se acomodan a la perfección cada tres y cada seis años: los tres millones de pobres que el PRI utiliza como su ejército de reserva cada vez que hay elecciones, acarreando y cambiando su voto por una despensa, gorra o paraguas; la complicidad con el régimen de todos los medios de comunicación impresos y electrónicos, que por dinero se vuelven sumisos y manipulan a lectores, oyentes y telespectadores, exaltando propaganda en vez de información; la cobardía de obispos y curas, que por conservar privilegios y canonjías con el poder, callan en vez de denunciar; y la parcialidad con que opera en cada elección el Instituto Electoral Veracruzano, un órgano que fue diseñado para ser juez y parte a favor del PRI.
Pero todo ese andamiaje jurídico, mediático, político y eclesiástico no podría funcionar como maquinaria de relojería, si no fuera porque además de utilizarse el dinero de las prerrogativas de los partidos y buena parte de los recursos públicos –como lo presume en las grabaciones el propio gobernador -, se advierte que también los grandes empresarios y presuntos narcotraficantes meten dinero a las campañas para ganarse respeto e impunidad de parte de las próximas autoridades estatales y municipales.
Si además de todo ello, agregamos que priístas se pasan al PAN, panistas huyen al PRD y éstos se alían al PRI para contener al panismo en Veracruz, la gente acaba confundiéndose y perdiendo todo interés por elecciones, candidatos y partidos.
Además, durante las campañas hubo más ruido estridente en las calles y basura electoral, con frases y discursos impecables en los medios, pero con cero compromisos y consultas para resolver los grandes problemas de Veracruz: pobreza extrema, reactivación del campo, empleo, protección de niños, mujeres y ancianos, delincuencia organizada, inseguridad, acceso a la universidad, equilibrio de poderes, combate a la corrupción y revocación del mandato para servidores públicos ineficientes.
Por eso el hartazgo de los electores se manifestará en las elecciones y se da por hecho que el próximo 4 de julio sólo 50% de los electores acudirá a las urnas, un 35% se abstendrá y 15% anulará sus votos con leyendas o taches en las boletas.
Es decir que de cada 10 electores en potencia, sólo 5 van a votar por algún partido o candidato; 3 ó 4 no irán a votar y 1 ó 2 expresarán su hartazgo anulando conscientemente sus papeletas.
En suma, la legitimidad del proceso electoral quedará herida de muerte y su legalidad también, pues encima de todo la parcialidad del IEV nos conducirá a conflictos pos-electorales a lo largo y ancho de la entidad.
Por eso, para una ciudadanía más despierta, las elecciones ya no garantizan un verdadero cambio de rumbo, pues ni siquiera la alternancia mejoraría la precaria situación económica de millones, por lo que urge construir otras formas de hacer política, desde abajo y con la gente, para crear contrapesos.
Por lo pronto, a quienes lleguen a los puestos de elección popular se les avisa que si no funcionan, cobran y se van; en segundo lugar, deberán rendirnos cuentas de sus actos y conductas, escuchando con respeto las criticas de quienes pagaremos sus salarios; y si nada de eso se cumple, entonces la ciudadanía empezará a tomarles carreteras y palacios municipales. Para empezar.

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