6 de septiembre de 2008

Editorial

Entre rojos y azules
La política es tan importante que no podemos dejarla en manos sólo de los malos políticos y de los partidos. Los ciudadanos debemos rescatar la auténtica política del lodazal en que la han metido mañosos actores que hoy se presentan de un color, mañana de otro y pasado no sabemos…

Corrupción, simulación e impunidad, son vicios y excesos que la clase política viene practicando hace tiempo, ante un pueblo ciego, sordo y mudo.
Altos sueldos, compensaciones, viáticos, gastos de representación y otras linduras, son cosa común en los gobiernos federal, estatal y municipal, no importa qué partido gobierna.

Antes se acusaba a un funcionario por “enriquecimiento inexplicable”, pero ahora es explicable que esos servidores públicos se enriquezcan, a costa del erario público.

Y a pesar de que ya existen leyes de transparencia y acceso a la información pública y órganos que nos garantizan ese derecho –como el Instituto Federal de Acceso a la Información y el Instituto Veracruzano de Acceso a la Información-, la mayoría de los ciudadanos todavía piensan que es una falta de respeto preguntar cuánto ganan los alcaldes o que se denuncie a ediles borrachos, soberbios e incompetentes, que confunden el servicio público con un changarro personal o familiar.

Hay que devolverle la voz y el poder al pueblo, para que se sacudan a quienes les chupan la sangre o los engañan con programas asistenciales que sólo fomentan la flojera y no su capacidad para salir adelante por su propio pie.

Por si fuera poco, ahora nos visten y nos desvisten según el apoyo que nos dan. Como si el dinero fuera de ellos. Cínicos.

¿Cuántas escuelas, hospitales, oficinas públicas, puentes, taxis, espectaculares, programas y servidores públicos no visten el uniforme rojo y se hincan ante el Cristo Negro?

Y, para variar, ¿cuántos programas, camisetas, leyendas, spots en tele, mamparas y eventos en azul no rivalizan con el rojo, como para competir a ver quién regala más dinero? Como si los recursos públicos fueran de los gobiernos o de los partidos y no de los ciudadanos que pagamos contribuciones.

Claro que los amarillos no se quedan atrás y ensucian su plumaje a la menor provocación, por lo que la expresión ciudadana más común en estos tiempos es : ni a cual ir…Tan malo el pinto, como el colorado.

No esperemos que la política toque fondo, hay que empujar desde abajo para que resurja limpia y transformadora. Los soberanos no son los gobernantes y menos los partidos. En una democracia manda el pueblo. Los servidores públicos obedecen. ¿O no?

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