TOMADO DE LA SEGUNDA PARTE DEL LIBRO “MIS RECUERDOS”, ESCRITO POR EL PROFR. RAFAEL MARTÍNEZ MORALES, DE IXHUACÁN DE LOS REYES. SE REPRODUCE A CONTINUACIÓN LA PÁG. 24.
En este momento viene a mi memoria un cuentecillo; sé que si no pongo inmediatamente manos a la obra se me olvidará escribirlo.
Es un cuento breve pero encierra una enseñanza, pequeña, pero enseñanza al fin.
Se trata de un caminante que cansado por su largo viaje, decide pasar la noche bajo la protección de un frondoso árbol a la orilla de un arroyo, porque no tardarían en llegar las sombras, pues el sol casi se ocultaba en esos momentos.
Habiéndose ya instalado bajo el árbol, escuchó una voz que le dijo: “Buen hombre, antes de que oscurezca por completo, ve al arroyo, toma de él las piedras que tú quieras y guardalas en tu alforja”.
El hombre hizo lo que la voz misteriosa le ordenó; tomó del arroyo dos o tres piedrecillas y las guardó en su alforja. Regresó a pie del árbol, y rendido por el cansancio se quedó profundamente dormido. Al día siguiente muy temprano emprendió la marcha; y después de haber caminado algunas horas llegó a su hogar en donde era esperado ansiosamente por su esposa y por sus hijos.
En la narración que hizo de su viaje, mencionó a su familia lo sucedido con la voz y con las piedras del arroyo; al instante tomó su alforja para mostrar las piedras; y, ¡Oh sorpresa! Las piedras se habían convertido en finísimas joyas de valor incalculable.
El hombre se puso feliz, pero a la vez contrariado consigo mismo porque...
(Amigo lector, con tu imaginación, y un poco de tu ingenio podrás terminar el cuento, y podrás también descubrir en qué consiste su enseñanza).
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