Los próximos serán los 15 días que cambiarán a México, pues el resultado de la elección presidencial tendrá repercusiones en la vida económica, política, social y cultural de los siguientes 25 años.
La competencia por la Presidencia de la República y el control del Congreso de la Unión, dejó de ser un show mediático, calculado para que ganaran políticos y televisoras, debido a que miles o millones de personas –especialmente los jóvenes- están ahora irrumpiendo, desde la plataforma de las redes sociales, en el escenario político para razonar su voto e incidir en los resultados de los comicios del 1ro. de julio.
La competencia por la Presidencia de la República y el control del Congreso de la Unión, dejó de ser un show mediático, calculado para que ganaran políticos y televisoras, debido a que miles o millones de personas –especialmente los jóvenes- están ahora irrumpiendo, desde la plataforma de las redes sociales, en el escenario político para razonar su voto e incidir en los resultados de los comicios del 1ro. de julio.
Las revelaciones periodísticas de los últimos días, sobre los millonarios contratos publicitarios entre Peña Nieto-PRI-Televisa y la guerra sucia financiada por Vicente Fox y los empresarios, a través de la campaña “López Obrador, un peligro para México” en 2006, pusieron al descubierto las perversas alianzas entre medios de comunicación, gobiernos y partidos.
Por eso, ha tenido una gran relevancia el manifiesto del movimiento Yo Soy 132, que demanda a las televisoras una conducta ajena a la beligerancia político-partidaria, abiertas a la pluralidad y el debate y con respeto absoluto a la libertad de expresión y su derecho a informarse a un teleauditorio calculado en más de 100 millones de personas.
Claro que del otro lado, para hacer contrapeso a esa la alianza PRI-Televisoras, está el gobierno de Felipe Calderón torpedeando la campaña de EPN, mediante el balconeo de gobernadores y funcionarios priistas por asuntos de corrupción y vínculos con el narcotráfico, para meter a la pelea a su candidata JVM.
El tercero en discordia es AMLO quien podría ganar la elección del 1ro de julio, pero no porque sea el más capaz para resolver rezagos, problemas y carencias acumulados en 70 años de gobiernos priistas y 12 de administraciones panistas, sino porque su candidatura va a capitalizar todos los agravios cometidos por ambos regímenes, bajo la lógica de que es “el menos peor” o de que “hay que darle la oportunidad a la izquierda a que gobierne” para que se logre en México un “cambio verdadero”.
En 25 años de políticas neoliberales, se han multiplicado la pobreza extrema, el desempleo, la migración y la inseguridad, mientras que los tres niveles de gobierno, los tres poderes de la Unión y los tres principales partidos políticos han sido incapaces de revertir el desastre y el hartazgo de toda una Nación.
En medio de toda esa desesperanza, que se traduce en que como país ya tocamos fondo, nace la idea de que la sociedad civil mexicana, es decir todos aquellos que no trabajamos para el gobierno ni militamos en partido alguno, tiene que sacar fuerzas de la flaqueza para emprender la refundación la república, proceso que no será fácil ni rápido, sino que por el contrario costará sangre, sudor y lágrimas.
En algunas partes del país esos intentos, esos esfuerzos, la suma de voluntades e iniciativas, ya comenzaron, no esperando que todo lo resuelva una elección presidencial, y menos la llegada de un tlatoani.
Compatriotas de zonas urbanas, rurales o indígena, con su propia lógica y diferentes miradas y saberes, han comenzado ya a pulir la parte del rompe-cabezas que les tocará insertar dentro del escenario municipal, estatal o federal, para armar el nuevo mosaico multicolor que represente a todas y todos.
No menos importante será, en ese propósito, saber qué viene para México después del 1ro de julio, pues en cualquiera de los escenarios posibles, el país se juega las condiciones para facilitar, detener o destruir los anhelos de un cambio profundo y duradero. No sólo un relevo de funcionarios y sustitución de colores.
Pero a dos semanas de que se abran los paquetes y se cuenten los votos, la víspera no podía estar más cargada de mensajes contradictorios y amenazantes para el tránsito pacífico a nuevas formas de convivencia democrática: más ejecuciones de periodistas, nuevas evidencias de vínculos de narcotraficantes con la clase política, incremento de víctimas por el combate al crimen organizado, una guerra de lodo en vez de propuestas durante las campañas y la amenaza de intentos de fraude con riesgo de conflicto poselectoral.
Ojalá que todo eso fuera nada más como el fin de una pesadilla en una larga y negra noche, anunciando el inicio de una nueva época, pero lo que se disputa el 1ro. de julio es el poder, ni más ni menos y la transición podría no ser de terciopelo.
Como en el 68, hoy los estudiantes del movimiento Yo Soy 132 podrían convertirse en un poderoso factor de cambio, si después de las elecciones se unen a los demás sectores agraviados por el sistema, para conformar un gran movimiento nacional que exija paz con justicia y dignidad.
Si es así, por fin habrá llegado la hora de despertar, de ya no ser espectadores sino actores y constructores de nuestro propio destino, para que las nuevas generaciones dejen de ser víctimas de la simulación, la corrupción y la impunidad.
Estamos, entonces, ante la última oportunidad de que el cambio sea por la vía pacífica.
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