30 de noviembre de 2010

EDITORIAL

LA NACIÓN NINI

Pasada la calentura gubernamental de celebrar lo que no es Independencia ni Revolución, nos queda a los ciudadanos el gran reto de refundar la Nación para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos sí tengan techo, comida, escuela y trabajo, con instituciones y gobiernos a su servicio, con una economía justa hacia adentro y competitiva hacia afuera, con paz y justicia como norma para la convivencia posible.

No será fácil, pues 200 años después de iniciada la Guerra de Independencia y 100 años después de la consigna revolucionaria de “Tierra y Libertad”, lo que tenemos hoy otra vez es una élite mañosa, incrustada como garrapata al torrente vital de todas las arterias que cruzan al país de costa a costa y de frontera a frontera.

La narco-violencia, la narco-política, las narco-limosnas, el lavado de dinero de los delincuentes de cuello blanco, empresarios metidos al sector público y funcionarios que tienen protección para invertir dinero del narcotráfico en negocios lícitos, ya nos convirtieron en una república muy atractiva para la intervención militar desde los Estados Unidos o para un golpe de Estado.

Indefensos, se encuentra millones de niños ninis. Los niños que ni juegan ni van a la escuela. Tienen que trabajar. Son niños ninis, porque ni comen lo necesario, ni tienen zapatos. Sus bisabuelos, abuelos y padres han tenido que trabajar de por vida y nada ni nadie los ha sacado de la pobreza. Son ninis, porque ni tendrán una profesión, ni un futuro digno.

Millones de ellos, además, son víctimas en sus propias casas o escuelas de la comida chatarra, por lo que de jóvenes o adultos serán diabéticos o hipertensos . Son ellos, el gran mercado de las televisoras y las empresas voraces, que en confabulación con autoridades de educación y de salud (y la pasividad de algunos padres de familia), han convertido el “futuro de México” en un gran negocio.

Indefensos, también están otros tantos millones de jóvenes ninis. Los jóvenes que ni trabajan, ni estudian, pero no por gusto, sino por exclusión de un sistema y una sociedad que los estigmatiza.

Enganchados por las drogas, la prostitución y la delincuencia; utilizados por los malos políticos y sus partidos, para que les sirvan de escalón; rechazados por las universidades y obligados a emigrar por falta de trabajo; o domesticados por una educación que les enseña a obedecer, pero no a pensar; y menospreciados por gobiernos y funcionarios, que desprecian su talento y capacidad, ahí están también otros cientos, miles y millones de jóvenes de zonas rurales, urbanas e indígenas, sin futuro, en un país sin futuro.

En la víspera del 20 de noviembre, muchos de ellos gritarán su rabia en las calles y avenidas de la ciudad de México y Televisa y TV Azteca los van a satanizar, como siempre, pues si a algo se le tiene miedo en este país –como en el 68- es a los jóvenes, por su natural irreverencia y rebeldía.

Indefensos, también están millones de hombres y mujeres del campo y la ciudad, unos por falta de trabajo, tierra o patrimonio; otros porque teniéndolo, lo perdieron todo por despojo de los bancos, las empresas o los gobiernos. Sin embargo, son hombres y mujeres ninis, debido a que por pena o por miedo, ni protestan, ni se organizan, ni saben que tienen derecho a reclamar.

Esta es la gran base social de una Nación devastada por los malos gobiernos y la aplicación de políticas neoliberales en los últimos 25 años, con graves consecuencias en la vida económica, política, social, ambiental, cultural y alimentaria para más de 100 millones de mexicanos.

Más arriba, tenemos una clase media adormecida, sedada por un poder adquisitivo y un estatus Totalmente Palacio, incluyendo a soberbios intelectuales y dirigentes de ONG's, que por la mañana trabajan para el gobierno y por la tarde lo critican. Se trata de una clase media nini, pues ya ni la chinga, ni la disimula.

En la punta de esta pirámide social, se encuentran los grandes empresarios nacionales y extranjeros, formando alianza con gobiernos, partidos políticos, medios de comunicación y la crema y nata de la jerarquía Católica.

Son empresarios ninis, también, pues ni pagan sus impuestos, ni les importa su país, ni se hacen responsables de los daños que ocasionan al medio ambiente. Son gobiernos ninis, porque ni son eficientes, ni rinden cuentas, ni sirven a los intereses de quienes pusieron los votos y el dinero para sus salarios. Son partidos políticos ninis, pues ni tienen principios, ni valores, ni ideología. Son medios de comunicación ninis, que ni nos representan, ni nos informan, ni nos entretienen sanamente, pues la suya es la industria de la manipulación de los sentimientos y las emociones y del consumo. Son obispos, arzobispos y curas ninis, porque ni les cree ni los quiere un Nación de desarrapados, que observa cómo los jerarcas de su iglesia beben y comen en la misma mesa con quienes son sus verdugos.

No es que no haya rabia o descontento a lo largo y ancho de la república, lo que pasa es que eso no es noticia para los medios de comunicación impresos y electrónicos, y por eso ni se ve ni se siente la auténtica rebeldía de los pueblos y comunidades que ya se dieron cuenta que para cambiar a México no basta cambiar de partido, de alcalde, gobernador o presidente de la república.

No podría ser otro el tono, el estilo y el contenido de nuestro editorial de aniversario en Alta Voz, en su Tercer Año de circulación, que el de ratificar su línea crítica e independiente, para narrar y documentar, al menos, lo que en el ámbito local y regional nos tocará vivir en días, semanas y meses próximos, pero sin dejar de exponer y examinar otros sucesos importantes, cuyo propósito sea ponernos y poner a México en actitud y condición diferente.

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