2 de mayo de 2014

LA VOZ DE UN ARROYO

En uno de tantos parajes tan tranquilos como hermosos, en los que impulsados por el viento, los liquidámbares y los encinos rozas sus ramas unos con otros, como amigos o vecinos que se saludan; parajes en los que escuchas los golpes de los pájaros carpinteros sobres los troncos de los árboles, así como el monótono e interminable canto de los grillos; parajes en los que de pronto, desde lo más espeso de la arboleda, se deja escuchar el canto alegre del jilguero; en los que oyes las dulces y a la vez tristes quejas de la tórtola; en los que caminas sobre alfombras de hojas secas que crujen bajo tus pies; en los que te diviertes mirando las ardillas que saltan inquietas entre las ramas; en los que los prolongados intervalos de silencio son como remansos de paz tranquilizante; sí, en uno de esos parajes atraviesa una cañada cuyo fondo se ha convertido en el cauce de un arroyo, con aguas que afloran en la parte elevada del terreno, y pasan alimentando plantas y animales; aguas que al verlas correr y al escuchar su murmullo parecen decirme: “De la misma manera en que descendemos y nos alejamos hasta llegar al mar, pasan y se alejan los minutos de tu vida; se van... y se van para siempre.

Estas aguas que ves ahora limpias, transparentes, serán sin duda contaminadas por los humanos antes de llegar a su destino. Ojalá pudieras tú, antes de llegar al tuyo, caminar siempre por senderos tranquilos, sin bullicio, sin corrupción y sin egoísmo.”

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TOMADO DEL LIBRO “MIS RECUERDOS”, ESCRITO POR EL PROFR. RAFAEL MARTÍNEZ MORALES DE IXHUACÁN DE LOS REYES, SE REPRODUCE A CONTINUACIÓN LA PÁG. 127

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